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La Historia del Agua Embotellada

Publicado: octubre 19, 2013 en Uncategorized

 

17.10.2013 · · (Nueva Delhi) · Fotos: Diego Abel Penas y Rebeca Mateos Herraiz.
 
La formación académica y promover la toma de conciencia de los derechos que se tienen como persona es vital para las niñas en un país como India, en el que viven en una marginalidad continua. Recorremos varios barrios de la periferia de Nueva Delhi en los que desde hace 15 años una ONG local, con el apoyo de varias internacionales, desarrolla programas de capacitación para mujeres y niñas que comienzan, con muchas dificultades, a dar sus frutos. Es el caso de Soniya, una joven de 20 años que está a las puertas de licenciarse en filología hindú. La primera chica de su ‘slum’ o favela que consigue acceder a la universidad.
 

Habitación en la que duermen los padres de Ruksana, junto con su hermano pequeño de 9 años,

Ruksana habla claro y con decisión. No tiene pelos en la lengua al expresar los puntos débiles de su condición como mujer y empobrecida, a la vez que es muy consciente de sus derechos como persona. Lo sorprendente de Ruksana es que sea capaz de expresarse de la manera en la que lo hace a sus 16 años de edad, siendo hindú y habitante de un slum -asentamiento periférico empobrecido y masificado- a las afueras de Nueva Delhi.

Esta joven de ojos despiertos y respuesta hábil y rápida, lidera un grupo de 22 niños con el que se reúne habitualmente para debatir sobre sus derechos, como por ejemplo, sobre cómo mejorar la escuela a la que acuden, ella y sus 90 compañeros restantes de todas las edades (es la única escuela pública a la que tienen posibilidad de asistir y en la que sólo hay una clase). “Está masificada, los profesores no pueden atendernos a todos, cada uno de un nivel. Además, hay problemas de ventilación”, comenta al respecto. Las quejas y peticiones del grupo como esta, las hacen llegar al gobierno por escrito. Si bien de momento no les sirve de mucho, porque reciben poca respuesta, estas reuniones consiguen un objetivo: su empoderamiento. “Gracias a esto he conocido los derechos que tenemos los niños y de los que antes no era consciente”, dice orgullosa. Ruksana lidera el grupo por votación. Ella fue la elegida de entre tres candidatos. Era la única chica.

Ruksana es la mayor de 5 hermanos, acude regularmente a los programas que Chetanalaya, una ONG local (católica, pero que trabaja con población hindú y musulmana y apoyada económicamente por distintas ONG internacionales), ha puesto en marcha en zonas periféricas de Nueva Delhi desde hace 15 años. “Ya estamos recogiendo algunos frutos”, señala Thomas Antony, responsable de los programas. Para ello, a parte de con los niños y niñas, a quienes les ofrecen apoyo escolar y estimulan la formación de grupos asamblearios en los que se da pie al debate, trabajan también con las familias para tratar de hacerlas entender que cuanto más preparados estén, sobre todo sus hijas, podrán optar a una vida mejor.

Baño y parte de la cocina en la misma estancia en la que duermen los padres de Ruksana y su hermano pequeño

Consejos sobre higiene, ayuda económica invertida en mejorar las casas, microcréditos para poner en marcha un pequeño negocio y reforzar el apoyo escolar desde muy temprana edad, son algunas de las actividades en las que se centran dichos programas.También ofrecen clases de defensa personal a las mujeres y niñas del slum. Ruksana acude todos los días. Cuando se le pregunta sobre el tema de la inseguridad de la mujer, en la respuesta a esta pregunta se extiende más que en las demás y su rostro se torna serio: “Es un grave problema. Existe mucha inseguridad. A las nueve de la noche tenemos que quedarnos en casa sin salir y es aconsejable que siempre vayamos acompañadas por un varón. Son muchas las chicas violadas, raptadas… me da miedo, por eso acudo a las clases de defensa personal diarias”, comenta.

Cabe recordar que las agresiones sexuales hacia las mujeres en India constituyen un grave problema que ha ido en aumento en los últimos años, así lo dicen los datos oficiales: según la Oficina Nacional de Registro de Crímenes, las violaciones se han multiplicado por 10 en las últimas cuatro décadas, hasta sumar 24.923 casos registrados en 2012 en todo el país. Aunque algunas violaciones se han producido a la vista de la población, como la de la joven estudiante de fisioterapia de 23 años que fue violada por 6 hombres en un autobús en Nueva Delhi causándole la muerte, el pasado 16 de diciembre, Ruksana, y como ella la mayor parte de los habitantes del slum en el que vive, creen que al caer la noche, sin luz y facilitado por el enjambre de calles que conforman el slum, significa ponérselo fácil a los agresores.

Una niña sale de las clases de apoyo escolar en el slum de Jahangirpuriv

Cuando te adentras en el slum de Jahanginpuri, del que Ruksana es originaria, las calles empiezan a estrecharse. Una nube de moscas se hace constante desde que entras en él, hasta que lo abandonas. El hedor por momentos se hace insoportable, es a causa de la falta de alcantarillado y servicio de basura, lo que hace que todos los desechos de las casas vayan a parar a una especie de acequia que recorre el slum, y cerca de la cual, es fácil encontrarse a algún niño jugando, rodeado de gallinas y algún que otro pequeño cerdo. Sólo dos horas al día, una por la mañana y otra por la tarde, se puede ir a por agua corriente a una especie de fuente de la que el agua que se extrae, no es muy recomendable para el consumo humano.

Sus habitantes, en concreto en este slum, -unas 6.000 familias cuyos miembros de media son 8 personas que viven en unas casas de entre 12 y 50 metros cuadrados, construidas sin ningún tipo de planificación, amontonadas unas contra otras, lo que supone un grave riesgo de derrumbe durante la época del monzón- viven, en su gran mayoría de recoger basura o de conducir un rickshaw (una especie de moto con un asiento trasero incorporado y completamente cubierta, muy común en la India), que hace las veces de taxi económico para locales y turistas. La media de los salarios mensuales no supera las 4.000 rupias (unos 48 euros al mes), a lo que hay que restar las entre 1.000 y 2.000 rupias (12 y 24 euros) que pagan de alquiler muchas familias mensualmente, por vivir en estas infraviviendas.

Un matrinomio recoge basura en el slum de Jahangirpuriv, el único susteto de vida para muchas familias en esta zona

“La población de Delhi son 12 millones de personas de las cuales un 25% vive en slums. Pero estas cifras son aproximadas ya que hay muchísima gente que no está registrada en el censo, con lo cual intuimos que la cifra de la población en los slums es bastante mayor que la que se nos dice oficialmente”, comenta Thomas Antony que continúa: “La población que se va fijando en los asentamientos periféricos de Delhi son familias que proceden de áreas rurales más empobrecidas y que vienen a la ciudad en busca de una vida mejor, pero que tienen que salir adelante en unas condiciones muy duras” (…) “Delhi se está expandiendo y es cierto que ha habido un crecimiento en las infraestructuras, pero a ellas sólo tienen acceso las clases adineradas. Son estas clases las que se están beneficiando del crecimiento en la India. La exclusión social en este país, en esta ciudad es un círculo vicioso muy difícil de romper”.

Sheikh, padre de Ruksana, perparándose a la mañana para ir a trabajar

En la familia de Ruksana han entendido que la formación de su hija es importante para intentar romper ese círculo, por eso le permiten asistir a la escuela y les encantaría que ella pudiera acceder a la universidad a estudiar derecho o a convertirse en profesora, según los propios deseos de la joven. “Es difícil encontrar un modo de conseguirlo. Trabajo yo sólo en casa y somos 7 personas. Mi salario es de 5.000 rupias mensuales (unos 40 euros) como repartidor, tenemos lo justo para vivir”, señala Sheikh Rustam, padre de Ruksana, cuando se le pregunta sobre la posibilidad de que su hija pueda ir a la universidad.

Ruksana junto a sus padres y uno de sus 4 hermanos a la puerta de su casa  

Tanto él como su mujer apoyan que Ruksana no esté pensando en casarse todavía, sino que espere a estar más preparada. “Yo quiero que mi hija sea feliz y encuentre una buena familia [habla de la futura familia política. Que su hija no contraiga matrimonio tampoco entra en sus planes]. Sé que Ruksana será capaz de conseguirlo”. Skeikh considera a su hija una chica inteligente y es consciente de que tanto ella como sus hermanos han mejorado mucho desde que van a los programas de capacitación. Se siente orgulloso cada vez que alguno de sus vecinos le comenta por la calle lo excelente que es Ruksana. “Sé que si mi hija tiene una mejor cualificación encontrará a un mejor marido”, esta es la mayor preocupación de Skeikh.

Ruksana por su parte se siente satisfecha de que sus padres le permitan seguir yendo a la escuela a tiempo completo, a pesar de ser la mayor de sus 5 hermanos. Se considera una privilegiada por ello. “Muchas chicas no pueden estudiar porque sus padres no quieren. Se tienen que quedar en casa a cuidar de sus hermanos y no pueden ni ir al colegio, ni participar en los programas de capacitación. Lo entiendo porque por un lado están cuidando a sus hermanos, pero por otro lado me da pena que descuiden sus estudios. Normalmente estas chicas se casan muy pronto, a los 16 años como yo, y en seguida tienen hijos. Esto no entra en mis planes hasta que, si tengo posibilidad, acabe mis estudios universitarios”, concluye.

La vida de Shabana de 18 años de edad parece transcurrir por derroteros distintos a la de Ruksana. Ambas viven en el mismo slum, muy cerca la una de la otra. Las aleja la religión por un lado, Shabana es musulmana mientras que Ruksana es hindú; y que los padres de Shabana, a diferencia de los de Ruksana, nunca han acudido a los programas de capacitación, por otro. Tampoco la dejan asistir a ella. Cuando se le pregunta el porqué, el silencio se alarga hasta el punto que hay que romperlo con otro tipo de pregunta para no hacerla sentir incómoda.

La forma de expresarse de Shabana es muy diferente a la de Ruksana. Es tímida, le cuesta mucho hablar en público sobre temas cotidianos y a menudo convierte el silencio en su mejor aliado. Shabana aspira en la vida a trabajar en casa, “y casarme cuando mis padres encuentren un marido para mí” (…) “Cuando un hombre te elije, prefiere que estés educada”, por eso cree que le está costando tanto encontrar a un hombre que quiera casarse con ella. “Mis amigas están casadas desde los 16 años. A mí me gustaba salir con ellas, pero desde que se casaron, sus maridos no se lo permiten. Ahora tengo la obligación de salir siempre con mi hermano y su mujer. En casa me dicen que no es bueno que vaya sola por la calle”.

Shabana y parte de su familia a la entrada de su casa

Shabana vive junto a sus padres, sus 4 hermanos, sus 2 hermanas, sus 2 sobrinos y las 2 mujeres de sus hermanos, en una casa de dos plantas que no superan los 25 metros cuadrados cada una. En la planta baja, una tabla de madera que ocupa casi toda la estancia, es la mesa en la que comen durante el día los 12 miembros de la familia y la cama en la que duermen durante la noche 6 personas. A pesar de vivir 12 personas en esas condiciones con el salario mensual del padre de 5.500 rupias al mes (algo más de 66 euros) por trabajar en una pequeña tienda de comestibles, los padres de Shabana no consideran necesario que su hija siga formándose.

Una de las 2 estancias de la casa de Shabana en la que viven 12 personas. La tabla de madera del centro es una mesa durante el día y a la noche cama

“La población musulmana en los slums es la que más se resiste a que sus hijas vayan al colegio cuando han pasado una determinada edad”, señala Antony, “es muy difícil acceder a que tanto ellas, como sus familias participen en programas de capacitación a todos los niveles. Yo diría que alrededor de un 60% de los musulmanes, no permiten que sus hijas se formen en los slums en los que nosotros trabajamos”.

Slum de Janta Colony. Un grupo de hombres y jóvenes musulmanes a la hora del rezo

La población musulmana en algunos slums de Delhi es bastante numerosa. Es el caso del slum de Janta Colony y Mochi Colony. En estos dos asentamientos la población musulmana es de un 35%. Sin embargo, si queremos encontrar en ellos a alguna joven que haya tenido acceso a estudios universitarios, hay que buscarlas en familias hindúes. Aún así, escasean. En el slum de Janta Colony, en el que oficialmente viven unas 4.000 familias, sólo 4 chicas han conseguido ir a la universidad. Son las primeras que lo consiguen. Soniya es una de ellas. Con 20 años está a las puertas de graduarse en Filología Hindú por la Universidad de Delhi. Su pretensión es ser profesora.

Soniya junto a su madre y sus dos hermanos

Cuando Soniya tenía 16 años, los padres acudieron a los programas de capacitación porque la vieron muy triste al creer que al acabar los estudios secundarios no tendría posibilidades de ir a la universidad. “Primero hablamos con los padres”, comenta Antony. Al ver que los padres se implicaban, decidieron ayudarla a ella. Antes de esto, los padres ya habían solicitado un préstamo a un particular, por el que les cobraba un 10% de intereses al mes. La situación económica se hizo insostenible debido a la deuda. En casa sólo son 5, los 2 padres y 3 hijos -algo bastante inusual en las familias hindúes que suelen ser más numerosas- y la familia tan sólo cuenta con el salario del padre que trabaja fuera del slum como pintor, por lo que cobra 6.000 rupias al mes (unos 74 euros).

Soniya estudia para su próximo exámen

“Que Soniya fuera a la universidad con esas condiciones del préstamo era imposible. Tengo dos hijos más a parte de ella y no podría permitir que unos fueran a la universidad y otros no”, comenta Basanti Devi, madre de Soniya. “Ahora pueden ir a la universidad Soniya y su hermano [que estudia ingeniería], gracias al apoyo de microcréditos que recibimos de la ONG. Sin este apoyo hubiera sido imposible poder conseguirlo”. Ahora el préstamo les cuesta un 2% de intereses mensuales, frente al 10% que pagaban anteriormente.

En la clase Soniya, a la que acuden estudiantes de toda Delhi, ella es la única habitante de un slum y una del 15% de chicas, frente al 85% de los chicos, que la conforman. “Para mí es una alegría muy grande que mi hija haya conseguido ir a la universidad, ya que yo no pude hacerlo”, señala Basanti. Ella por su parte lidera un grupo de mujeres de dentro del slum, con las que trabaja para hacerles entender lo importante que es la formación tanto en ellas, como en sus hijas, a la hora de conseguir unas condiciones de vida más dignas. “Es lo menos que puedo hacer después de todo el apoyo que mi familia y yo hemos recibido”, concluye.

http://periodismohumano.com/mujer/educacion-en-las-ninas-de-hoy-empoderamiento-de-las-mujeres-del-manana.html

Ciudad de Dios

Publicado: septiembre 6, 2013 en Uncategorized

Maya Pedal – Bicimáquinas

Publicado: julio 26, 2013 en Uncategorized

Una nueva revolución (industrial) donde las máquinas sean como éstas.

 
 
 

 
24.07.2013 ·  · Silvia Romanelli · (Nueva York)

 

Kazi Fouzia en la calle donde protagonizó un accidente en 2010. Aunque sufrió múltiples fracturas en un hombro, solo recibió analgésicos porque entonces no tenía documentos. (Silvia Romanelli/IPS).

El bangladesí Ataur tenía 18 años cuando llegó a Estados Unidos sin documentos, en 1991. Trabajaba en dos lugares a la vez y ganaba unos 35 dólares diarios en total.

 

El chino Vincent ingresó a Estados Unidos de forma clandestina en 2001. Sus condiciones laborales fueron incluso peores que las que encontró Ataur 10 años antes. Trabajó en varios restaurantes chinos, entre 60 y 70 horas semanales, por unos 300 dólares al mes, a un promedio de un dólar por hora. Ambos pidieron ser identificados solamente con sus nombres de pila.

“En Nueva York, si uno va por la calle y les pregunta a 10 personas, estoy seguro de que por lo menos cinco o seis son indocumentadas”, nos dice Vincent, tomando un café en el barrio chino de esta ciudad.

En Estados Unidos viven más de 11 millones de trabajadores indocumentados, y se estima que dos millones de inmigrantes trabajan en Nueva York.

Son taxistas, trabajadoras domésticas, empleados en restaurantes, en la construcción y en el comercio minorista. Cobran menos de los 7,25 dólares por hora que constituyen el salario mínimo en Nueva York, y a menudo padecen malos tratos de sus empleadores.

Pero sus vidas pueden cambiar drásticamente si la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprueba el proyecto de ley de inmigración, al que el Senado dio luz verde a fines de junio. La iniciativa ofrece a los inmigrantes indocumentados la posibilidad de tramitar la ciudadanía, pero también refuerza la seguridad fronteriza y permite que las empresas revisen los números de seguridad social de los trabajadores mediante un programa de verificación electrónica.

El programa pondrá “a cada persona indocumentada a un clic de distancia de que la notifiquen o la deporten”, según Monami Maulik, directora ejecutiva de Desis Rising Up and Moving (Drum), una organización de inmigrantes de bajos ingresos procedentes de Asia meridional, ubicada en Jackson Heights, Queens, y que cuenta con 2.000 integrantes. “Nuestros miembros y muchos de otras comunidades de inmigrantes están realmente desilusionados con esta ley. Está resultando cada vez más represiva, con medidas más duras”, dijo. “La seguimos muy de cerca”, añadió. Después de los latinoamericanos, los sudasiáticos constituyen el mayor grupo de indocumentados en Nueva York, agregó.


Salarios robados, presión mental y temor

“Los empleadores tienden a decir: ‘Te contrato aunque seas ilegal, así deberías agradecer sin importar cuánto te pague’”, explica Vincent. Como hay tantas personas indocumentadas dispuestas a trabajar a cambio de salarios extremadamente bajos, otros trabajadores necesitados sienten la presión de aceptar las mismas condiciones, independientemente de cuáles sean su estatus inmigratorio y su nacionalidad.

La hermana de Ataur, Amana, llegó legalmente a Estados Unidos, pero igual cobró por debajo del salario mínimo durante ocho años.

La presión mental en el lugar de trabajo también es enorme. “Cuando uno llega tarde, lo despiden. Cuando uno está enfermo, lo despiden. Cuando uno se queja de algo, ellos pueden despedirlo”, dijo Vincent.

Maulik señala que, “a menudo, los patrones pasan una semana, o incluso meses, sin pagarles a sus trabajadores. En una ocasión estuvieron un año sin pagar. Ellos hacen cosas como retener los pasaportes (de los empleados) o amenazar con llamar a Inmigración si reclaman los salarios” adeudados.

En 2009, Drum lanzó las “clínicas de derechos de los trabajadores”, instancias mensuales para ayudar a los inmigrantes a reclamar los salarios robados y para crear conciencia sobre sus propios derechos.

En una entrevista telefónica, la bangladesí Sayma Jun relata cómo se las arregló para recuperar, con la ayuda de Drum, 5.000 dólares que le debía su empleador anterior.

De modo similar, en 2008, Vincent, junto con otros 35 compañeros de trabajo, presentaron una demanda contra su patrón, en este caso con la ayuda de la Asociación de Personal y Trabajadores Chinos (CSWA, por sus siglas en inglés), con sede en el barrio chino de Nueva York.

Pero apenas presentaron la demanda, el restaurante en el que trabajaban cerró. Reabrió sus puertas un tiempo después, en un lugar diferente y bajo un nuevo nombre, estrategia ampliamente utilizada por propietarios chinos para evitar demandas, según Vincent.

“Según las leyes federales, esto no debe ocurrir. Incluso los trabajadores indocumentados están protegidos bajo las leyes laborales estadounidenses en lo relativo a un salario mínimo”, dijo Maulik a IPS.

Para iniciar una investigación en ese vecindario sobre el respeto a los derechos de los trabajadores, el Departamento de Trabajo necesita cierta cantidad de denuncias individuales. Pero a menudo, los empleados son reticentes a presentarlas por temor a que sus patrones tomen represalias y a que los deporten.

El esposo de Nadera Kashem, una bangladesí que integra Drum, corre el riesgo de que lo deporten desde que lo atraparon, el año pasado, durante un operativo policial en la perfumería en la que trabajaba. Como no tenía documentos, lo enviaron a un centro de detención de inmigrantes, donde permanece desde hace 17 meses.

En estos casos, “el empleador debe ser castigado, pero eso siempre significa que el trabajador es el que recibe el castigo”, dijo Maulik.

En el plano local, son los policías quienes hacen cumplir las normas de inmigración, y las organizaciones de derechos de los inmigrantes suelen acusarlos de discriminación.

“El mayor temor de una persona indocumentada es el oficial de policía local, porque es quien lo va a detener, le pide su identificación y, posiblemente, lo deporte”, señaló Maulik.

En junio, el Concejo de la Ciudad de Nueva York aprobó dos proyectos de la Ley de Seguridad Comunitaria que establecen mecanismos de responsabilización para el Departamento de Policía de esta importante urbe, y que permiten a los ciudadanos presentar denuncias por mala conducta de sus oficiales.

 

Alentando a reclamar

“No vemos un futuro. ¿Por qué todavía trabajamos como esclavos? Es por eso que organicé a mis compañeros de trabajo. Queríamos mejorar las condiciones laborales, y no solo para nosotros”, dijo Vincent a IPS.

Antes de integrarse a la CSWA, explicó, ni siquiera sabía que existiera un salario mínimo o qué significaba “horas extra”.

Kazi Fouzia, una activista comunitaria nacida en Bangladesh que se unió a Drum en 2010, suele decirles a otros trabajadores inmigrantes: “Organizarte te protege, nunca te mete en problemas”. Su objetivo es alentarlos a hablar y a plantear sus reclamos.

Fouzia trabajaba en un comercio de venta de “saris”, en Jackson Heights, Queens. Su empleador tenía tres locales. Un día le pidió que fuera a buscar algunas prendas al negocio de enfrente. Mientras cruzaba la calle, un automóvil la atropelló y la arrojó a casi cuatro metros de distancia.

Su empleador no le permitió llamar al 911 porque no tenía documentos. Sufrió múltiples fracturas en su hombro, pero no tenía seguro, así que apenas le prescribieron unos analgésicos. Al día siguiente descubrió que la habían despedido.

 

http://periodismohumano.com/migracion/el-rentable-negocio-de-contratar-inmigrantes-indocumentados-en-nueva-york.html

Grandes riquezas, gran esclavitud

Publicado: julio 26, 2013 en Uncategorized

«Grandes riquezas, gran esclavitud.» Séneca

Cerca de 1.55 millones de personas votaron por su incorporación.

 
Fuente: La Côte
 
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El diario La Côte informó que un 72.7% de suizos, cerca de 1.55 millones de personas, estuvo de acuerdo en colocar a la música y el canto como parte de su Constitución. De este modo, estas áreas serán más valoradas en la educación y recreación, a través de la incorporación de un artículo sobre el tema en la Carta Magna.

El texto establecerá que la Confederación y los cantones suizos, entes políticos y administrativos sobre los que se constituye el estado nacional, fomentarán la formación musical, centrándose en los niños y los jóvenes. La idea es facilitar el acceso a las escuelas de música y fomentar el talento musical. En caso los cantones dejen de cumplir con esta labor, la Confederación podrá intervenir.

Los cantones ahora deberán definir el nivel nacional de las habilidades que deben alcanzar los estudiantes en la industria musical, como ya se tiene para los idiomas o matemáticas. Los Directores Cantonales de Educación aseguraron que la armonización de los objetivos de la educación estarán listos para el 2014.

http://altavoz.pe/2013/04/04/cultura/musica/suiza-incorpora-la-formacion-musical-en-su-constitucion/

¡¿Desarrollo?!

Publicado: febrero 20, 2013 en Uncategorized

¡¿Desarrollo?!

 

28.01.2013 ·  · (Beirut) Líbano.

El final de las dictaduras árabes promueve una explosión del graffiti en los países donde la revolución fue exitosa.

En Siria y Bahréin, donde los levantamientos siguen activos, el fenómeno se consolida como una forma de expresión del descontento. Sólo el Líbano y Palestina tenían tradición de pintadas en los muros antes de la ‘primavera árabe’

 

(Mónica G. Prieto)

En noviembre de 2011, diez meses después de que la sorpresiva caída del dictador tunecino Ben Ali a manos de su pueblo activase un histórico proceso de revoluciones en el mundo árabe, una inquietante pintada apareció en La Goulette, el principal puerto de la capital. El póster representaba a un Ben Ali gigante y sonriente, cómodo en la altura desde la que observaba a sus conciudadanos. Los vecinos de La Goulette se reunieron frente al mural, inquietos e incómodos, casi asustados por el regreso del tirano, y un grupo de hombres no tardó en subir al edificio para deshacerse del incómodo recuerdo: debajo del mismo, un segundo póster les advertía: “Atención, la dictadura puede regresar. El 23 de octubre, VOTA”.

Egipto (AP Photo:Nasser Nasser)

Una de las expresiones más visibles del éxito de las primaveras árabes en cuanto al aumento de libertades se refiere es, precisamente, la aparición masiva de graffitis, una forma de expresión tajantemente prohibida por dictaduras especializadas en borrar cualquier amago de disidencia. En los países donde los procesos se saldaron con la caída de los regímenes autoritarios, como Egipto, Túnez, Libia o Yemen, hoy las pintadas han convertido los muros de las ciudades en improvisados periódicos donde cualquiera puede lanzar su crítica o su mensaje. “Antes, aunque no estaban autorizados, sí existían a muy pequeña escala, pero no eran visibles. Ahora no se pueden evitar en las calles, hay una verdadera explosión de mensajes. No se puede decir que el graffiti árabe haya renacido con la revolución pero sí hay un antes y un después de las revoluciones”, explica a Periodismo Humano Marwan Kraidy, profesor de Comunicacion Global de la Universidad Pennsylvania y especializado en el graffiti como fenómeno de expresión, en una entrevista mantenida a su paso por Beirut.

La directora de la fundación Saradar, Tania Helou, una de las más reconocidas expertas libanesas en el mundo del graffiti –dedicó su tesis doctoral a analizar el impacto del graffiti en la guerra civil, y dispone de una vasta colección de fotografías de esta forma de expresión que comenzó en 1975- coincide con el egipcio Kraidy en lo extraordinario del fenómeno. “En Oriente Próximo, hasta ahora era una rara forma de expresión contra los regimenes políticos. En 1975, sólo se vinculaba a la violencia, a la política y a la guerra. Comenzó en Líbano y en Palestina, y más tarde muy tímidamente en países árabes como Jordania o el Golfo, donde no es algo generalizado ni reconocido. En su esencia, es una actividad ilegal en la región. Con la primavera árabe el fenómeno se ha revitalizado, la juventud revolucionaria ha pasado de forma espontánea y natural al graffiti como forma de expandir su mensaje en su país y en todo el mundo”.

Egipto (AP Photo:Nasser Nasser)

Los primeros graffitis animaron al resto, como lo hicieron el éxito mismo de las insurrecciones sociales en Egipto, Yemen, Libia o Túnez. Resumían lasdemandas y las frustraciones del pueblo, señalaban los fallos del sistema, recuerdan los desafíos pendientes y los rostros de quienes oprimen y también de quienes dieron la vida por un futuro de esperanza y no de represión. “El grafiti refleja cambios políticos, pero también es precursor de lo que puede ocurrir. En Egipto, después de la caída de Mubarak hubo una etapa de desilusión durante la toma de poder del SCAF de la que los periodistas no hablaban, pero sí podías ver graffitis criticando a la Junta Militar. Cuando no había aún manifestaciones, sí había pintadas. Hay una relación simbiótica entre lo que se ve en el muro y la realidad”, incide Kraidy.

Una irónica representación de Nefertiti, en las calles de Cairo. (Facebook)

Durante los meses que transcurrieron tras la caída de Hosni Mubarak, se creó un extraño juego en las calles del Cairo: por las mañanas aparecían cubiertas de graffitis que horas después serían borrados por los agentes del orden para, a la mañana siguiente, resucitar con más fuerza, más ironía y más color. “Era como si los muros estuviesen vivos”, comenta una profesora cairota cuya residencia se encuentra cerca de la calle Mohamed Mahmoud. Las críticas contra el nuevo presidente, el islamista Mohamed Morsi, que salpican los muros también suelen ser repintadas por la policía.

El pasado septiembre, un mural gigante en una de las calles próximas a la Plaza Tahrir fue repintado por la policía. A la mañana siguiente, el mismo muro había sido rellenado con imágenes, muchas de las cuales criticaban al presidente y a los Hermanos Musulmanes. “Sois un régimen al que le asustan las brochas y los bolígrafos, oprimís y marcáis a los oprimidos. Si hiciéseis lo correcto, no estaríais asustados de lo que pintamos. En el fondo de vuestros corazones, sois unos cobardes”, rezaba una de las pintadas.

El fenómeno es tan imparable y está tan asociado a la revolución que, al fin y al cabo, aupó a los Hermanos Musulmanes al poder, que el primer ministro Hisham Kandil ha condenado la limpieza de pintadas, argumentando que “va en contra del intento de preservar la memoria de la revolución”.

En Egipto, los artistas gráficos implicados en el graffiti han publicado Wall Talk, un libro que recopila, en sus 680 páginas, fotografías de los cientos de pintadas que se han realizado en las calles egipcias desde el 25 de enero de 2011 hasta la actualidad recorriendo así la revolución de forma gráfica. En Yemen, los mismos que hicieron la revolución armados con botes de pintura han evolucionado hasta reunirse en un colectivo, Alwan al Hayah, o Colores de la Vida, para poner color a las calles de Taif inspirándose en el trabajo del olvidado artista Hashim Ali. En Libia, el fenómeno sorprendió poniendo color a un país cuyo régimen había negado cualquier tipo de libertad de expresión a sus ciudadanos: hoy son muchas las pintadas que se mofan del ex dictador como si sus autores se vengaran de décadas de represión.

Egipto (AP Photo:Nasser Nasser)

En Bahréin, donde el desenlace de la revolución está pendiente, las pintadas son menos sofisticadas dado que siguen siendo clandestinas: suelen exigir la caída de la dictadura de los Hamad –en el poder desde hace dos siglos- y muchas veces representan a la Plaza de la Perla, icono de las manifestaciones multitudinarias que iniciaron la actual revolución bahreiní y también de la represión d régimen: la plaza en sí fue finalmente demolida por los autoridades para acabar con el símbolo de los insurrectos.

Una representación de la Plaza de la Perla, en las calles de Manama.

Ocurre algo parecido en Siria, donde la revolución inicial transcurre en paralelo a la guerra civil que ha promovido el régimen. Las pintadas son omnipresentes pese la venganza de la dictadura contra sus autores: no hay que olvidar que fue una pintada elaborada por unos adolescentes en el muro de su escuela en Daraa –Al shaab yurid isqat an nizam, o El pueblo quiere la caída del régimen– la que detonó la actual situación. Los alumnos fueron detenidos y torturados, generando protestas reprimidas con disparos que no tardarían en extenderse a todo el país.

Según Rana Jarbou, autora del libro Arabian Walls –un repaso de la historia del graffiti en el mundo árabe que incluye 11 países- el empleo de esta técnica comenzó en Siria en 2008, con el cortometraje Al Rajool al Bakhakh, el Hombre del Aerosol, la historia de un graffitero sirio que comienza una campaña de pintadas contra la contaminación. Termina entregándose a las autoridades y le encierran en una celda de muros blancos con botes de spray: su tortura es ver su trabajo cubierto de pintura blanca cada vez que lo termina. “Ahora hay un hombre del aerosol en cada ciudad y cada pueblo de Siria. Los jóvenes saben que su trabajo será borrado inmediatamente, así que lo inmortalizan en vídeos de YouTube”.

“Antes, en Siria, no había forma de hacer graffiti porque había demasiado miedo”, asegura Helou. Uno de los activistas más destacados de Homs, Al Jedd, detenido por el régimen hace menos de un año en Aleppo, explicaba a Periodismo Humano que tener un bote de pintura o una cámara de vídeo es considerado un crimen mucho más grave que tener un arma. Son muchos los graffiteros que han sido arrestados –Mohamad Khanki en Damasco, Mohamad Ratib en Homs, o el propio autor del guión de Al Rajool al Bakhakh- pero eso no desanima a los activistas, que han llegado a establecer una Brigada de Sprayman.

 

“Hasta las revoluciones árabes, no se podía hablar de graffiti político en el mundo árabe”, prosigue la directora de la Fundación Saradar. Líbano, y sobre todo Palestina, fueron las excepciones durante décadas a la represión de los mensajes políticos. El muro israelí levantado sobre enormes sectores de Cisjordania –conocido como el muro del apartheid– ha atraido a artistas locales e internacionales que han abierto ventanas, con sus diseños, en las mentes de los cercados por el cemento. En el país del Cedro, el graffiti atravesó su época más vital precisamente cuando el país se desangraba. “Entonces se empleaba como forma de división sectaria y política, eran usados para interferir en los barrios a causa de la inmadurez de los grupos, que pretendían dominar al resto. La única lección de aquello fue la imposibilidad de dominación, y eso se refleja en la actualidad, donde la coexistencia es un deber dado que somos una sociedad multiconfesional”, explica Tania Helou. “Ahora suele llevar mensajes de unidad. Antes delimitaba los territorios de una u otra milicia, ahora su presencia en toda la ciudad refuerzan la unidad de Beirut”.

Egipto (AP Photo:Nasser Nasser)

Eso explica que hoy en día, las pintadas en Beirutsean apolíticas. La novedad en las calles libanesas es la extensión del fenómeno y también la calidad del graffiti, si bien una iniciativa de Beirut Art Center –con apoyo de la Fundación Saradar- tuvo mucho que ver. Fue bautizada como White Walls y tenía como propósito “convertir la ciudad en la continuidad de la exposición en la galería”, explica a Periodismo Humano Shiska, uno de los graffiteros más conocidos del Líbano. Quince reputados artistas internacionales decoraron el interior de la galería beirutí y también varios muros esparcidos por toda la ciudad, convirtiendo a toda la capital libanesa en una exposición por sorpresa.

“El muro blanco del Beirut Art Center se convirtió en los muros blancos de la ciudad y viceversa. La gente venía, cogía un mapa y continuaba viendo la exposición en toda la ciudad”, continua Shiska. La idea era concienciar al público sobre lo que suponen los graffitis sin herir sensibilidades. “No quisimos tocar temas sensibles: ni religión ni política”, continúa el artista durante una entrevista mantenida en la cafetería de la galería. “Los graffitis de ahora son muy diferentes a los de los años 70 porque somos una generación harta de ser relacionada con la guerra”.

Egipto (AP Photo:Ahmed Ali)

 

Un mural del artista chileno Inti decora aún un edificio en la calle Hamra de Beirut. (M.G.P.)

El joven admite que, en comparación con cualquier otro país árabe, el Líbano es un lugar privilegiado para hacer graffitis. Son escasos los casos de detenciones ya que, en teoría, la técnica es legal, aunque sí se producen arrestos. “Te pueden detener por dañar la propiedad pública, aunque sólo pasa cuando el mensaje molesta. Además preferimos cierta dosis de adrenalina mientras trabajamos porque, si no, no lo disfrutas”, dice con media sonrisa. Para Shiska, en graffiti es una forma de expresión y una forma de arte diferente, porque incluye vandalismo. “Demuestra la revulsión contra el sistema, puedes destruir un muro y puedes embellecerlo. Se puede decir que vandalizamos de forma positiva”.

“Hay que destacar la evolución del graffiti como arte callejero, actualmente las técnicas y la creatividad están cambiando la percepción pública. Era uno de los objetivos de la exposición, embellecer las calles y dar reconocimiento a graffiteros libaneses como artistas con una necesidad de expresarse en lugar de vándalos”, añade Tania Helou.

Nada que ver con la situación que viven los países donde las revoluciones no han terminado. “En tiempos de guerra o de cambios mayores, el vandalismo no tiene sentido”, apunta Marwan Kraidy. Para él, uno de los grandes cambios del mundo del graffiti ha sido la irrupción de Internet, pero no siempre de forma positiva. “Por un lado, el graffiti viaja por Internet extendiendo el mensaje. Hay una página Facebook que recopila los graffitis srios y que está siendo llevada por activistos egipcios, y muchas imágenes son colgadas con suficiente calidad para que cualquiera pueda imprimirse plantillas en casa y representarlas en cualquier momento y en cualquier lugar. La parte negativa es cómo se están creando celebridades de gente que siempre actuó de forma anónima”.

 

 

http://periodismohumano.com/en-conflicto/la-revolucion-impresa-en-los-muros-de-las-calles-arabes.html

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Publicado: febrero 7, 2013 en Uncategorized