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Decrecimiento, te guste o no

Publicado: enero 6, 2012 en decrecimiento

Los partidarios del decrecimiento escuchan a menudo cosas como «¡el decrecimiento ya está teniendo lugar!». Es un poco apresurado. Nuestro crecimiento puede ser débil, pero todavía no hemos entrado en crecimiento negativo. Con un PIB demil billones de euros, un 1% de crecimiento sigue siendo diez billones, lo que equivale al 10% del PIB de un país con sólo cien billones de euros (niveles en los que se mueven los países del Sur). Esto sigue siendo demasiado para la regeneración de la biosfera. Pero, lo que es más importante, un proyecto de sociedad de decrecimiento es radicalmente diferente al crecimiento negativo. Lo primero sería comparable a un austero tratamiento al que nos sometemos voluntariamente para mejorar nuestro bienestar ante la amenaza de la obesidad por un consumo excesivo. Lo segundo sería una dieta forzosa que nos puede matar de hambre. Se ha dicho una y otra vez: no hay nada peor que una sociedad de crecimiento sin crecimiento.

Sabemos que si el crecimiento simplemente se ralentiza, nuestras sociedades se sumen en la confusión por causa del paro, el aumento de la brecha entre los ricos y los pobres, el descenso del poder adquisitivo de los más pobres de la sociedad y por el abandono de los programas sociales, sanitarios, educativos, culturales y medioambientales que aseguran un mínimo nivel de vida. Si tenemos que cambiar de dirección, este será el retroceso social y cultural al que nos tendremos que enfrentar. En una conferencia de 1974 titulada Su ecologismo y el nuestro, André Gorz afirmó: «Esta caída en el crecimiento y la producción que hubiera podido ser buena en otro sistema (menos coches, menos ruido, más aire, jornadas laboralesmás cortas, etc.) tendrá efectos completamente negativos: la producción contaminante se convertirá en un producto de lujo fuera del alcance de las masas, aunque seguirá estando al alcance de quienes se lo puedan permitir; las desigualdades crecerán, los pobres serán relativamente más pobres y los ricos, más ricos».

El decrecimiento tan sólo puede tenerse en consideración en una «sociedad de decrecimiento», es decir, como parte de un sistema basado en otra lógica. La alternativa es, por tanto, decrecimiento o barbarie. Una sociedad que elija vivir con sobriedad como sugieren aquellos que están en contra de las sociedades de crecimiento, implicaría trabajar menos para vivir mejor, consumir menos pero mejor, producir menos residuos y reciclar más. En pocas palabras recuperar el sentido de proporcionalidad y una huella ecológica sostenible. Buscar la propia felicidad en la interacción social y no en la acumulación frenética. Todo esto requiere una seria descolonización de nuestras mentes, pero las circunstancias nos pueden ayudar a conseguirlo. Los adictos al sistema ciertamente dirán que ya no volverán a ir de vacaciones a las Seychelles. Tendrán que conformarse. La edad de oro del consumismo en kilómetros ha quedado atrás. El deseo de viajar y la necesidad de aventura están, sinduda, inscritas en la esencia del hombre y son fuentes de enriquecimiento que no deberían desaparecer, pero la industria del turismo ha convertido la legítima curiosidad y la investigación educativa en una industria de consumo destructiva. Lo mismo le ha sucedido a la cultura y el tejido social de los países «de destino». El vicio de viajar cada vez más lejos, más rápido, más a menudo (y siempre con los precios más bajos) se debe reconsiderar a la baja. Ante la falta de petróleo y el desequilibrio climático, los viajes serán cada vez más cerca, menos frecuentes, más lentos y más costosos en dinero. A decir verdad, este vicio es tan serio únicamente por el vacío y el desencanto que nos hace vivir cada vez más virtualmente y viajar, en realidad, a expensas del planeta.

Woody Allen dijo que hemos llegado a una bifurcación decisiva. Un camino nos lleva a la extinción de la especie y el otro a la desesperación. Añade: «Espero que seamos capaces de tomar la decisión correcta». El primer desvío es el que hemos tomado. El segundo es el del crecimiento negativo que genera hambre, guerras, pandemias y que probablemente está controlado por un poder ecofascista o ecototalitario, cuyas premisas estamos ya experimentando. El decrecimiento representa una tercera vía: elegir la sobriedad. Para eso tenemos que crear otramanera de relacionarnos con el mundo, con la naturaleza, con las cosas y los seres que pueda ser universalizada en una escala humana. Las sociedades que autolimitan su capacidad para producir también son sociedades alegres.

Serge Latouche, profesor emérito de economía de la Universidad de Orsay

Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Decrecimiento-te-guste-o-no.html

http://rebelion.org/noticia.php?id=142408

La tecnología destruye y mata

Publicado: diciembre 21, 2011 en decrecimiento

Rafael Rico Ríos

Rebelión
 

Un televisor no reciclado puede contaminar 80.000 litros de agua por su contenido en plomo y fósforo. La fabricación de un computador necesita 22 kilogramos de sustancias tóxicas, 240 de hidrocarburos y 1.500 kilos de agua.

En 2011 se van a desechar 1,2 millones de ordenadores en Argentina y se reciclan menos del 2 %. La duración media de un celular es menos de 1 año. El 4% de los residuos de la unión europea son aparatos eléctricos y electrónicos, su ritmo de crecimiento triplica al del resto de residuos y cada europeo medio genera entre 17 y 20 kilos, 30 kilos para el 2017.

El coltan es un mineral que es utilizado en casi la totalidad de dispositivos electrónicos de consumo. El 80% de la explotación de este mineral se ubica en la región de la República del Congo y su exportación ha financiado la llamada Guerra del Coltan o del Oro Azul con más de 5,5 millones de muertos, el mayor número de muertos desde la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, nuestra sociedad cada vez más depende de la tecnología, no podemos prescindir de ella, estamos atrapados por sus indudables beneficios. Los intereses económicos que este negocio genera, contaminan, destruyen y matan. Por lo menos, tratemos de evitar que estos intereses de algunos monopolios tecnológicos estén por encima de las personas, no engordemos a las bestias, reciclemos, reutilicemos, usemos alternativas como el software libre y, sobretodo, concienciemos.

 @rafaelricorios

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

 

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=141135&titular=la-tecnología-destruye-y-mata

Por: CCS el 21/06/11 14:31

Al igual que las materias primas del planeta, el crecimiento económico tiene límites. Las economías con un crecimiento desorbitado tienen que decrecer para que la población de algunos países pueda vivir en dignidad. ¿Sabes cómo?

Producimos, consumimos y gastamos por encima de nuestras posibilidades. La versión dominante de las sociedades opulentas presenta el crecimiento económico como la solución que resuelve todos los males. El crecimiento garantiza la cohesión social, los servicios públicos se mantienen y el desempleo y la desigualdad territorial no aumentan. Falso.

El crecimiento económico no genera necesariamente cohesión social; provoca problemas medioambientales, en muchos casos irreversibles, causa el agotamiento de recursos escasos que no estarán a disposición de generaciones futuras y permite el triunfo de un modo de vida esclavo, que nos dice que seremos más felices cuantas más horas trabajemos, más dinero ganemos y más bienes queramos consumir.

Existen palabras envenenadas que se venden con el dulzor del progreso, y contaminan a las personas con la idea del desarrollo a cualquier precio, según el escritor Serge Latouche. El desarrollo se halla impregnado, en los hechos, de todos los rasgos positivos y negativos, propios del crecimiento.

El desarrollo transforma en mercancía la relación entre los seres humanos y las que éstos mantienen con la naturaleza.

En su libro En defensa del decrecimiento, Carlos Taibo comenta que, para asegurar el bienestar de la humanidad, el Banco Mundial estima que la producción debería ser en 2050 cuatro veces superior a la de hoy, para lo que bastaría un crecimiento anual del 3%.

La limitación de las materias primas del planeta invita a pensar que es inconcebible un PIB mundial de 172 billones de dólares, que es el que se registraría en 2050 (frente a los 43 billones de hoy). Con un crecimiento del 3% anual, el PIB francés se multiplicaría por 20 en un siglo, por 400 en dos y por 8.000 en tres.

En el caso de China, de mantenerse niveles de crecimiento anual del orden del 10%, el producto nacional bruto se multiplicará por 736 al cabo de un siglo. Las situaciones anteriores serían insostenibles.

Un decrecimiento de 1% anual permitiría economizar un 25% de la producción en 19 años y un 50% en 69.

Si a esto sumamos el crecimiento de la demanda de minerales del futuro, para proporcionar las cantidades necesarias para 11.000 millones de seres humanos que consumirán como lo hace en estos momentos la población rica del planeta, el 43% de las existencias de los 36 minerales más codiciados habrá desaparecido. Esto impediría garantizar petróleo, gas, carbón y uranio que necesitarían esos seres humanos para su modelo de consumo.

De igual manera, la alimentación de una persona en un país rico ocupa dos hectáreas de tierra. Para permitir que esos niveles de consumo alimentario se extiendan a 11.000 millones de personas, serían precisos casi dos planetas iguales.

Las expectativas de crecimiento de factores como la producción mundial La superficie regable, los fertilizantes, la oferta de pescado y las tierras disponibles para el cultivo de cereales han demostrado ser en exceso optimistas. La productividad biológica de la Tierra se está reduciendo y tiene límites.

Es necesario que los países ricos reduzcan la producción y el consumo para dejar de vivir por encima de sus posibilidades. Es urgente cortar emisiones que dañan peligrosamente el medio, además de que empiezan a faltar materias primas vitales.

Si se gasta más de lo que se consume de forma indefinida, la quiebra es inminente; parece increíble que no se emplee el mismo razonamiento a la hora de pensar en nuestro planeta finito y lo que el modelo de desarrollo actual está haciendo con los recursos.

Esta postura de decrecimiento no incluye a países que ni siquiera han podido alcanzar un mínimo nivel de crecimiento. Las exigencias de moderarse están dirigidas a un Norte capitalista que necesita frenar y analizar sus posibilidades, replegarse para no perecer. Es necesario que todos los países alcancen un nivel de vida equilibrado, que algunos decrezcan para que la vida siga floreciendo y otros puedan vivir mejor.

Artículo de Almudena Barragán Gaspar, periodista y miembro del Centro de Colaboraciones Solidarias.

http://www.canalsolidario.org/noticia/decrecer-para-vivir-mejor-te-atreves/24097

La economía de la infelicidad

Publicado: junio 15, 2011 en decrecimiento

Borja Vilaseca – El País

La economía no es algo ajeno a nosotros. Los seres humanos formamos parte de ella del mismo modo que los peces forman parte del océano. Tanto es así, que podría describirse como el tablero de juego sobre el que hemos edificado nuestra existencia, y en el que a través del dinero se relacionan e interactúan tres jugadores principales: el sistema monetario, las organizaciones y los seres humanos. Cabe decir que esta partida está regulada por leyes diseñadas por los Estados. Sin embargo, por encima de su influencia, el poder real reside en los ciudadanos: con nuestra manera de ganar dinero (trabajo) y de gastarlo (consumo) moldeamos día a día la forma que toma el sistema.
Más allá de cubrir nuestras necesidades, a lo largo de las últimas décadas nos hemos convencido de que debemos tener deseos y aspiraciones materiales de cuya satisfacción dependa nuestra felicidad. Y no es para menos. En 2010, la inversión publicitaria en España superó los 12.880 millones de euros, según la agencia Infoadex. Así, las empresas se gastaron 280 euros por ciudadano con el objetivo de persuadirnos para comprar sus productos y servicios. Cabe decir que esta inversión multimillonaria promueve unas determinadas creencias, valores y prioridades en nuestro paradigma. Es decir, en nuestra manera de comprender y de vivir la vida. Prueba de ello es el triunfo del hiperconsumismo.
Además, mientras seguimos asfaltando y urbanizando la naturaleza, conviene recordar que la economía creada por la especie humana es un subsistema que está dentro de un sistema mayor: el planeta Tierra, cuya superficie física y recursos naturales son limitados y finitos. De hecho, creer que el crecimiento económico va a resolver nuestros problemas existenciales es como pensar que podemos atravesar un muro de hormigón al volante de un coche pisando a fondo el acelerador.
Sin embargo, hoy en día es común escuchar a políticos, economistas y empresarios afirmar que «el sistema capitalista es el menos malo» de todos los que han existido a lo largo de la historia. Y que «afortunadamente» ya empiezan a verse señales de «recuperación económica». Es decir, que la idea general es seguir creciendo y expandiendo la economía tal y como lo hemos venido haciendo. Es decir, sin tener en cuenta los costes humanos y medioambientales. De lo que se trata es de «superar cuanto antes» el bache provocado por la crisis financiera.
Ante este tipo de declaraciones podemos concluir que como sociedad no estamos aprendiendo nada de lo que esta crisis ha venido a enseñarnos. De ahí que sigamos mirando hacia otro lado, obviando la auténtica raíz del problema. No nos referimos a la guerra, a la pobreza o al hambre que padecen millones de seres humanos en todo el mundo. Ni a la voracidad con la que estamos consumiendo los recursos naturales del planeta. Tampoco estamos hablando del abuso y de la dependencia de los combustibles fósiles -petróleo, carbón y gas natural-, que tanto contaminan la naturaleza. Ni siquiera del calentamiento global. Estos solo son algunos síntomas que ponen de manifiesto el verdadero conflicto de fondo: nuestra propia infelicidad.
Cegados por nuestro afán materialista llevamos una existencia de segunda mano. Parece como si nos hubiéramos olvidado de que estamos vivos y de que la vida es un regalo. Prueba de ello es que el vacío existencial se ha convertido en la enfermedad contemporánea más común. Tanto es así, que lo normal es reconocer que nuestra vida carece de propósito y sentido. Y también que muchos confundan la verdadera felicidad con sucedáneos como el placer, la satisfacción y la euforia que proporcionan el consumo de bienes materiales y el entretenimiento.
La paradoja es que el crecimiento económico que mantiene con vida al sistema se sustenta sobre la insatisfacción crónica de la sociedad. Y la ironía es que cuanto más crece el consumo de antidepresivos como el Prozac o el Tranquimazín, más aumenta la cifra del producto interior bruto. De ahí que no sea descabellado afirmar que el malestar humano promueve bienestar económico.
Frente a este panorama, la pregunta aparece por sí sola: ¿hasta cuándo vamos a posponer lo inevitable? Es hora de mirarnos en el espejo y cuestionar las creencias con las que hemos creado nuestro falso concepto de identidad y sobre las que estamos creando un estilo de vida puramente materialista. Si bien el dinero nos permite llevar una existencia más cómoda y segura, la verdadera felicidad no depende de lo que tenemos y conseguimos, sino de lo que somos. Para empezar a construir una economía que sea cómplice de nuestra felicidad, cada uno de nosotros ha de asumir la responsabilidad de crear valor a través de nuestros valores. Y este aprendizaje pasa por encontrar lo que solemos buscar desesperadamente fuera en el último lugar al que nos han dicho que debemos mirar: dentro de nosotros mismos.
Serge Latouche, ayer en el Colegio Mayor Larraona. 	J.C. CORDOVILLA

Propone vivir mejor con menos. Profesor emérito de Economía en la Universidad París-Sud, es una de las voces mundiales del llamado movimiento por el decrecimiento.

Invitado por el colectivo Dale Vuelta-Bira Beste Aldera, y bajo el título de su conferencia El decrecimiento, ¿una alternativa al capitalismo? , reclamó que la sociedad establezca una autolimitación de su consumo y de la explotación medioambiental. Desde su punto de vista no se trata de plantear una involución sino acoplar la velocidad de gasto de los recursos naturales con su regeneración.

Especialista en relaciones económicas Norte / Sur, premio europeo Amalfi de sociología y ciencias sociales, su movimiento decrecentista, nacido en los años 70 y extendido en Francia, defiende la sobriedad en la vida y la preservación de los recursos naturales antes de su agotamiento. A su juicio, si el decrecimiento no es controlado «el decrecimiento que ya estamos experimentando» será consecuencia del hundimiento de una forma de capitalismo insostenible, y además será desmesurado y traumático.

Una bomba semántica. Afirma Serge Latouche que el término decrecimiento es un eslogan, «una bomba semántica provocada para contrarrestar la intoxicación del llamado desarrollo sostenible», una forma de pensamiento, la sostenibilidad, extendida por el economicismo liberal de los años ochenta, y que propicia pagar por todo, «por ejemplo, en el caso del trigo, obliga a pagar por los excedentes, por su almacenamiento y también hay que pagar por destruir los sobrantes». «Deberíamos hablar de A-crecimiento», dijo como una invitación hacia la reflexión sobre nuestro estilo de vida, incluso sobre la exhibición de los superfluo y el enriquecimiento desmesurado.

Desde su punto de vista «vivimos fagotizados por la economía de la acumulación que conlleva a la frustración y a querer lo que no tenemos y ni necesitamos», lo cual, afirma, conduce a estados de infelicidad. «Hemos detectado un aumento de suicidios en Francia en niños», agregó, para aludir más adelante a la concesión por parte de los bancos de créditos al consumo a personas sin sueldo y patrimonio como sucedió en Estados Unidos en el inicio de la crisis económica mundial. Para el profesor Latouche, «la gente feliz no suele consumir».

Sus números como economista aseguran que le dan la razón: cada año hay más habitantes en el planeta a la vez que disminuyen los recursos, sin olvidar que consumir significa producir residuos y que el impacto ambiental de un español equivale a 2,2 hectáreas, y que cada año se consumen 15 millones de hectáreas de bosque «esenciales para la vida». «Y si vivimos a este ritmo es porque África lo permite», subrayó. Para el profesor Latouche, cual cualquier tipo de escasez, alimentaria o de petróleo, conducirá a la pobreza de la mayoría y al mayor enriquecimiento de las minorías representadas en la grandes compañías petroleras o agroalimentarias.

Trabajar menos y producir de forma inteligente. Tachado por sus detractores de ingenuo, postuló trabajar menos y repartir el empleo, pero trabajar menos para vivir y cultivar más la vida, insistió. Desde un proyecto que calificó como «ecosocialista», además de consumir menos, la sociedad debería consumir mejor, para lo cual propuso producir cerca de donde se vive y de forma ecológica para evitar que por cualquier puesto fronterizo entre España y Francia circulen hasta 4.000 camiones a la semana «con tomates de Andalucía cruzándose con tomates holandeses». Finalizó con una alabanza al estoicismo representado en España por Séneca: «No se obtiene la felicidad si no podemos limitar nuestros deseos y necesidades».

GABRIEL ASENJO.. PAMPLONA.Viernes, 11 de febrero de 2011

http://www.diariodenavarra.es/20110211/navarra/serge-latouche-gente-feliz-suele-consumir.html?not=2011021103385837&idnot=2011021103385837&dia=20110211&seccion=navarra&seccion2=sociedad&chnl=10#ver_comentarios

Los maceteros son una solución ideal si sólo dispones de un balcón, un patio o en la repisa de una ventana.

¿Qué especies de hortalizas van bien en macetas? Hierbas aromáticas- Acelgas- Berenjenas- Calabacines (maceta más honda)- Cebollas- Espinacas – Lechugas- Papas- Pimientos- Puerros- Repollos- Tomates – Zanahorias (maceta más honda)

 

Consejos para cultivar frutas y hortalizas en contenedores

1. Requieren más atenciones que plantadas en tierra.

2. Con un contenedor de 40-50 cm de profundidad, prácticamente todas las hortalizas anuales se desarrollarán sin inconvenientes.

3. Tienen que estar ubicadas en un sitio abierto y soleado, al menos recibir medio día de sol.

4. En un lugar con poco sol (menos de 4 horas), sólo podrían cultivarse algunas como lechuga, espinaca o perejil.

5. Gira de vez en cuando las macetas para forzar un crecimiento uniforme.

6. En maceta, necesitan más riego y abono que cultivadas en tierra abierta. Si hace calor, el riego debe ser diario, pero durante el invierno o en lugares sombríos, la frecuencia disminuye. Si hace viento también hay que regar más.

7. Abona con fertilizantes de lenta liberación cada 3 meses.

8. Un buen drenaje resulta esencial. Agujeros de drenaje en la base con grava o piedrecitas para impedir que se obturen.

Fuente http://articulos.infojardin.com

Enviado por El Huerto en tu Casa el 07/04/2009 a las 05:13 PM
ConsumeHastaMorir
El 26 de noviembre se celebrará la 19ª edición del «Día sin Compras» en más de 60 países

El próximo 26 de noviembre se celebrará la 19º edición del Día sin Compras (DSC) en más de 60 países. El DSC ha evolucionado desde su primera edición en 1992 en Vancouver hasta convertirse en una fecha señalada a nivel mundial para los colectivos críticos con el modelo y los valores consumistas imperantes, que aprovechan este momento para denunciar sus consecuencias y proponer alternativas de consumo. En conmemoración de esta jornada, Ecologistas en Acción organiza diversas actividades en el territorio español (en Madrid, junto a Greenpeace)


- Agenda completa del Día Sin Compras 2010 >


Crítica al modelo

A lo largo de las últimas décadas el consumo de bienes, servicios y recursos naturales se ha ido incrementando de forma exponencial a nivel mundial. Sin embargo, este aumento no se ha repartido, precisamente, de forma equitativa, sino que ha seguido la llamada Ley de Paretto, ya que el 20% de la población mundial consume aproximadamente el 80% de los recursos del planeta. Más allá de lo cuantitativo, el consumismo ha ido tomando cada vez más protagonismo en la vida de las personas y las sociedades enriquecidas, hasta convertirse en una ideología para la selecta clase media consumidora, formada por unos 1.700 millones de personas, y ha hecho del consumo un fin en sí mismo. Desde una perspectiva práctica, se trata de un tipo de conducta tremendamente repetitiva y significativa en el estilo de vida contemporáneo, y que se ofrece como una solución integral a todos los problemas, carencias y necesidades percibidas de las personas.

El consumismo es una conducta que a medida que se ha ido extendiendo a todos aquellos que tuvieran los recursos económicos imprescindibles para entrar en esta noria, ha supuesto enormes impactos a nivel social, económico y medioambiental en todo el planeta. Cada día son más los datos que evidencian los impactos del estilo de vida consumista: destrucción ambiental, sobreexplotación, profundización de las desigualdades económicas, mercantilización de los derechos, las relaciones y los afectos, descohesión social, concentración del poder económico, entre muchos otros.

Desde otra perspectiva, a pesar de los elevados niveles de producción y consumo alcanzados, así como del ideal del “progreso” al que se dirige esta cultura de la posesión de las cosas, las sociedades de consumo muestran signos cada vez más claros de hastío, insatisfacción e infelicidad. Se trata de una paradoja que está inserta en la propia naturaleza y dinámica consumista porque, seguramente, esa sea la trampa: construir individuos que se sientan permanente y sistemáticamente insatisfechos con lo que tienen para que sigan consumiendo genera, en definitiva, frustración e infelicidad.

Un modelo de contrasentido en el que conviven personas obess y famélicas, el despilfarro y las necesidades básicas insatisfechas, la persecución de una escurridiza felicidad publicitaria y los más altos niveles de trastornos psíquicos en la historia de la Humanidad. Una sociedad que se caracteriza por la insolidaridad, el individualismo y el hedonismo, y cuyo estilo de vida hegemónico desafía a diario la sostenibilidad ecológica y social.

Reivindicación y construcción de alternativas

Frente a este escenario, cada día son más numerosas las iniciativas colectivas a escala global que pretenden denunciar los excesos y defectos de este modelo de consumo, promoviendo la reflexión crítica, denunciando los impactos, construyendo alternativas y articulando iniciativas para un consumo consciente, crítico y responsable. En este sentido, el Día Sin Compras es una de las actuaciones que más notoriedad e impacto han logrado a lo largo de los últimos años.

El DSC se celebra cada año la jornada posterior a la conmemoración del Día de Acción de Gracias, a finales del mes de noviembre. La elección de la fecha se debe a que el Día de Acción de Gracias representa el pistoletazo de salida a la oleada de las compras navideñas, principalmente en EE.UU. El también denominado Viernes Negro, es la fecha en la se rebajan los precios en la inauguración de la temporada de compras navideñas, se colapsan las grandes superficies y centros comerciales, la publicidad promueve el desenfreno consumista y, como resultado, es la jornada en la que se produce el mayor volumen de compras en ese país.

Esta iniciativa fue propuesta por el publicista canadiense Ted Dave como una forma de crítica contra los excesos consumistas. Su primera edición se celebró bajo el lema “lo bastante es suficiente” en 1992 y posteriormente el DSC ganó más notoriedad pública al ser impulsado por el colectivo Adbusters. La propuesta del DSC podría ser comparable a una jornada de huelga de los consumidores o una campaña de boicot, no contra un producto o una empresa concreta, sino contra el aparato mercantilista y publicitario y el modelo de consumo resultante.

Los objetivos de esta actuación global no se limitan a la reducción del nivel de consumo en los países del Norte económico, sino que se extienden a promover una reflección crítica sobre este modelo de consumo, denunciar sus impactos y proponer alternativas viables que estén sustentadas en valores como la sostenibilidad socioambiental, el reparto equitativo de la riqueza, la solidaridad, alternativas que retomen las relaciones comunitarias de cercanía, el comercio local y estén asociadas a las necesidades reales de las personas.

Por ello, se trata de una apuesta activa por otro modelo de consumo más crítico, donde el eje no sea el crecimiento económico y la optimización de los beneficios empresariales a costa de sistemáticas injusticias sociales, la polarización de la riqueza, la dependencia al consumismo y la destrucción de los recursos naturales. Así, se ha convertido en una jornada señalada para los colectivos y personas que apuestan por la transformación del modelo de producción, distribución y consumo, así como del estilo de vida contemporáneo.

Esta crítica se sustenta en una crítica sistémica más amplia y profunda, vinculada al reparto de los recursos a escala planetaria, el libre mercado, las normas que rigen el comercio internacional o las políticas alimentarias, entre otros. Por lo tanto, también se relaciona con otros movimientos de contestación, como es el caso del comercio justo, la agroecología, la economía solidaria, el movimiento decrecentista o la defensa de la soberanía alimentaria de los pueblos.

Durante esa fecha, los colectivos y organizaciones sociales implicadas en estas temáticas denuncian de distintas maneras un sistema injusto, alienante e insostenible, y reivindican el consumo local, justo y ecológico de los productos necesarios. Por eso, el DSC es también una ocasión para la visibilización de la problemática asociada al consumismo y la promoción del ejercicio colectivo de un consumo responsable y crítico durante los otros 364 días del año.

La repercusión y visibilidad del DSC ha ido creciendo paulatinamente desde sus comienzos, cada año con un mayor nivel de participación de personas y colectivos. Los lemas “un día sin compras, 364 de consumo sostenible” y “Nada, el producto más vendido en el Día sin Compras” sirvieron para celebrar las dos últimas ediciones del DSC en el Estado español.

Ecologistas en Acción propone el debate, la reflexión y la construcción de alternativas posibles para promover el decrecimiento, reconducir el estilo de vida, el modelo de producción, de consumo, de transporte, energético, de alimentación y de poder, con el objeto de transitar el ineludible camino hacia la sostenibilidad socioambiental del sistema. Para tal fin, se organizan durante toda la semana distintas actividades en diferentes ciudades del territorio español. Entre éstas, destacan recorridos por proyectos alternativos, mercadillos de trueque y tiendas gratis, exposiciones de contrapublicidad, charlas de agricultores ecológicos y grupos autogestionados de consumo, talleres de costura, de reciclaje de muebles o de huertos urbanos y mesas redondas.

En última instancia, se trata de una jornada que sirve para poner sobre la mesa de la conciencia colectiva un conjunto de críticas y alternativas necesarias que han quedado ocultas o disfrazadas por el ruido mediático y la saturación publicitaria. La crítica a una economía que se ha vuelto autónoma, que no toma en consideración las necesidades y exigencias de la vida humana y sólo aspira a su propio desarrollo. A un aparato de producción que pretende alcanzar un ilusorio crecimiento infinito sobreexplotando el planeta y un modelo de consumo que pretende mercantilizar todo aquello cuanto exista. A un estilo de vida que obvia cualquier límite y pasa por encima de las necesidades en nombre del “progreso”, el “desarrollo” o la “modernidad”. La alternativa de construir una sociedad fuera de la lógica del crecimiento, el individualismo y la competencia. De promover un modelo económico y social que respete los límites físicos, proteja y favorezca la vida. La alternativa de reaprender a vivir más allá del consumismo, siguiendo la consigna “menos para vivir mejor”.

Fuente: http://www.letra.org/spip/article.php?id_article=3691

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=117244&titular=%22d%EDa-sin-compras%22-boicot-al-consumismo-

En el decrecimiento se unen apuestas teóricas y prácticas críticas con el crecimiento, pero, sobre todo, afanadas en generar nuevas conductas individuales y colectivas que conjuguen la conciencia del deterioro y los límites del planeta con la justicia social.

Patricia Manrique (Redacción Cantabria)
Miércoles 3 de noviembre de 2010.  Número 136

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“El decrecimiento supone cuestionar las presuntas virtudes del crecimiento económico, entender que hemos dejado muy atrás las posibilidades medioambientales y de recursos del planeta y comprender que, a resultas de ello, tenemos que dar marcha atrás en el Norte opulento, reduciendo nuestros niveles de producción y de consumo, pero que lo anterior en modo alguno implica una reducción paralela de nuestro bienestar y de nuestra felicidad si hacemos las cosas bien”, así habla Carlos Taibo mientras viaja en tren hacia Barcelona, camino de una charla sobre decrecimiento.

Este profesor de Ciencias Políticas suele usar el transporte público en sus desplazamientos y valora en especial las lecturas que ello le ha permitido hacer a lo largo de su vida. Un buen ejemplo de lo que es el decrecimiento: no una renuncia, sino un nuevo enfoque.

Decrecimiento o barbarie

Bajo la consigna “decrecimiento o barbarie” se multiplican y convergen actitudes críticas con el crecimiento. También con las formulaciones que, constatado el cambio climático y ante un inminente, si no ya acontecido, peak oil –el final del petróleo barato–, pretenden hacer frente a la “injusticia climática” con viejas expresiones como “desarrollo sostenible” u otras nuevas en torno al “capitalismo verde”. Para Iñaki Bárcena, profesor en la Universidad del País Vasco y miembro de Ecologistas Martxan, “el concepto de desarrollo sostenible es una falacia que hay que destruir”, pues “sólo podemos parar el curso erróneo de nuestra civilización decreciendo y planteándonos otros parámetros de evolución que no signifiquen agotar los recursos ecosistémicos”.

Así, se propone, en expresión del filósofo vienés y conocido altermundialista André Gorz, “hacer más y mejor con menos”, o lo que Duane Elguin denomina “simplicidad voluntaria”: consumir de forma responsable y examinar nuestras vidas para determinar lo que es importante y lo que no.

Decrecer implica expulsar de nuestras sociedades lo que Serge Latouche, difusor del decrecimiento, denomina “ingredientes de la ronda diabólica del consumo”: la publicidad, que sirve para hacernos desear lo que no tenemos; el crédito, base del capitalismo financiero, y la “obsolescencia programada de los objetos”, que, estropeándose a un ritmo cada vez mayor, exigen ser reemplazados en plazos cada vez más cortos, aumentando la basura planetaria, acumulada a menudo en vertederos del Tercer Mundo.

Bárcena ha trabajado en especial la cuestión del transporte, abundando en la necesidad de plantearse “que hay que moverse menos y de otra manera”. La reducción de las dimensiones de los sistemas de transporte, pareja a la de muchas de las infraestructuras productivas y de las organizaciones administrativas es una de las consignas contenidas en las ‘R’ que configuran el programa del decrecimiento propuesto por Latouche (reevaluar, reconceptualizar, reestructurar, redistribuir, relocalizar, reducir, reutilizar y reciclar).

Un paradigma de este tipo de infraestructura es el Tren de Alta Velocidad, proyecto desarrollista que supone “la maximización de un tipo de movimiento elitista, que aleja las poblaciones, aleja los territorios y sólo sirve para que una parte muy privilegiada de la sociedad pueda moverse”. Frente a esto, el decrecimiento promueve el transporte público y colectivo además de una reducción de la hipermovilidad resumida en la frase “disfrutar de la lentitud, valorar nuestro territorio”.

La clave del retorno a lo local

El empoderamiento de lo local es otro de los puntales decrecentistas. Para Pablo Martínez, militante de CNT Córdoba, que ha publicado recientemente un dossier sobre decrecimiento, “éste cuestiona el tamaño de la propia organización social, colocando otra vez el centro de decisión en una línea muy cercana a la perspectiva libertaria, en el municipio o en la comunidad, frente a organizaciones sociales cada vez más lejanas a la gente como el propio Estado o la Unión Europea”. Y es que el decrecimiento es, ante todo, un nuevo proyecto de organización social, que apela a la autogestión, sustituyendo la energía limitada del planeta por el trabajo comunitario organizado desde la participación.

Además, esto se articula, como ponen de manifiesto los proyectos de cooperativismo o las ciudades en transición, a través de una apuesta por la soberanía alimentaria y energética y por intercambios equilibrados en un comercio esencialmente local, a poder ser con monedas biorregionales. Estás últimas evitan la especulación y permiten que al tiempo que unos se abastecen, otros den salida a sus productos y servicios.

Integrando movimientos

“Tenemos que apostar por el reparto del trabajo. El reparto es decrecentista en sí, de la misma forma que el crecimiento y el desarrollo son antiigualitarios”, señala Chema Berro, sindicalista de CGT, quien ha aportado su visión en la obra colectiva Decrecimientos. Si uno de los pilares del decrecimiento es el cuestionamiento del sistema productivo, la defensa del reparto del trabajo es otra de sus claves. Berro insiste en la necesidad de “incidir en lo social, porque la competitividad del desarrollismo nos lleva siempre a la desigualdad”. Martínez añade a esto la virtualidad del decrecimiento para cuestionar “el trabajo asalariado, la distribución de lo que se considera trabajo asalariado y lo que no se considera trabajo, los trabajos de cuidado, reproducción, etc.”. Taibo completa esta visión con la defensa del ocio frente al trabajo obsesivo que dará paso a un “triunfo de la vida social frente a la lógica de la propiedad y del consumo ilimitado”.

“Empezamos a palpar, al calor de la crisis, la idea de que gente común que no está particularmente concienciada en virtud de su experiencia vital personal llegue a conclusiones similares a las que se defienden desde el decrecimiento”, reflexiona Taibo.

Y es que, como subraya Bárcena, “puede juntar a mucha gente que padece lo mismo, movimientos sociales muy diversos que van encontrando un camino convergente” y destaca la virtualidad de recoger “las reivindicaciones del movimiento feminista, sobre todo en el tema de los cuidados y el papel de las mujeres en la producción y reproducción, y sirve para que muchos movimientos se den cuenta de la reivindicación histórica del ecologismo y para que algunos sindicalistas se planteen que no se puede producir cualquier cosa ni en cualquier sitio, suma también demandas del movimiento indígena, del movimiento antiglobalización, etc.”. Eso sí, para muchos como Martínez es necesario subrayar el “elemento anticapitalista” para evitar un discurso del consumo responsable ‘cojo’, esto es, “que insiste en la cuestión del consumo de los ciudadanos sin analizar el aspecto de la producción en la cual los ciudadanos no tenemos nada que decir”. Por ello, Taibo subraya la necesidad de que esta transformación de la sociedad conforme a reglas distintas implique “todo el acervo de las críticas de siempre al capitalismo, dándolas teóricamente por buenas y agregando la filosofía decrecentista”.

http://www.diagonalperiodico.net/La-revolucion-cultural-del-menos.html

Comunidades rurales ofrecen cursos y talleres ecológicos durante el verano.

MIGUEL NOVA Madrid 23/08/2010

Los Molinos del Río Aguas, en Almería

Los Molinos del Río Aguas, en Almería

Volver a la vida en comunidades autosuficientes es un sueño que las grandes ciudades hicieron anidar en la mente de escritores como Lev Tolstói o Charles Fourier. Los muchos experimentos que se han llevado a cabo a lo largo de la Historia, aunque por lo general poco exitosos en sus resultados, sí triunfaron en la expectación y adhesión de gran parte de la sociedad, deseosa de conocer modelos de vida alternativos.

Las ecoaldeas actuales, pequeñas comunidades rurales un poco menos ambiciosas que algunos experimentos equivalentes del pasado, se basan en los principios de la sostenibilidad y el ecologismo. Durante el verano, algunas de ellas muestran su filosofía de vida a través de talleres, cursos, conferencias y reuniones.

El proyecto Sunseed, Tecnología del Desierto, fundó a mediados de los ochenta en el pueblo abandonado de Los Molinos del Río Aguas, en Almería, un centro de investigación de energías sostenibles en zonas áridas. Hoy son 20 familias las que viven en este pueblo recuperado con tecnologías y materiales que respetan el medio ambiente. Los próximos meses tienen programados cursos de varios días con alojamiento incluido sobre paneles fotovoltaicos y canalización de agua.

Las ecoaldeas actuales se basan en los principios de la sostenibilidad y el ecologismo.

En Amayuelas, Palencia, son ocho los socios de la comunidad ecologista que convive con el resto de los 20 habitantes del pueblo. Han puesto en marcha una universidad rural que realiza investigación y formación sobre bioconstrucción, agricultura y ganadería y otros modos sostenibles de producción agrícola. Este verano tienen previsto realizar un taller sobre horticultura ecológica.

También en Lakabe, Navarra, un pequeño municipio repoblado en los ochenta por un grupo de ecologistas, imparten durante el verano cursos, talleres y conferencias sobre modos de vida alternativos y actividades tradicionales como la forja o la cerámica.

En varios puntos de España tienen lugar los cursos sobre arquitectura ecológica que imparten desde la Red de Construcción en Balas de Paja, donde enseñan a construir con barro y paja. Uno de ellos está previsto que tenga lugar en la ecoaldea Jardines de Acuario, en Murcia.

También encontramos propuestas más espirituales, como las de La Arcadia, una comunidad de 15 personas de Girona que organiza seminarios y talleres de yoga, meditación y convivencias en alojamientos sostenibles. Muy cerca de la capital, en Valdepiélagos, un grupo de ecologistas comenzaron a construir a mediados de los 90 un barrio de 30 viviendas sostenibles. Hoy, organizan cursos de yoga para todo aquel que quiera conocer su estilo de vida. Y en Granada, la comunidad del Valle de Sensaciones, se centra en experiencias creativas y chamánicas en contacto con la naturaleza.

Quien busque conocer las tendencias en modelos de ecología y pacifismo puede acercarse a la región del Alentejo, en Portugal. Allí, la comunidad Tamera celebra un encuentro internacional en verano. Durante el resto del año lleva a cabo diversas actividades, como un curso de educación para la Paz o la construcción de una aldea totalmente abastecida por energía solar.

 
GUÍA PRÁCTICA
En la Red Ibérica de Ecoaldeas se puede consultar la agenda de actividades que proponen las comunidades rurales repartidas en la península.
Más información sobre alojamiento, voluntariado y precio y calendario de los cursos:
Sunseed (Los Molinos del Río Aguas, Almería). Tel. 950 52 57 70
Amayuelas (Palencia). Tel. 979 15 41 61
Lakabe (Navarra): lakabeko@gmail.com
Red de Construcción de Balas de Pajas. Tel. 657 335 162
La Arcadia (Girona). Tel. 972 19 04 35
Valdepiélagos (Madrid). Tel. 91 841 60 45
Valle de Sensaciones (Granada).
Tamera (Portugal). Tel. +351 283 635306

Obsolescencia programada

Publicado: agosto 21, 2010 en decrecimiento

25 de septiembre de 2009


Atravesando las superficies inmaculadas de los supermercados, la atmósfera en flujo de los centros comerciales, la larga noche eléctrica de los 7 eleven, miles y cientos de miles vamos revisando las fechas de caducidad de los botes de yogurt, gelatinas, jugos, frascos de mermelada y paquetes de galletas, latas de leche condensada, duraznos en almíbar o sardinas, empaques de embutidos, en las tapas de las salsas, las cajas de cereal y en los cucuruchos plásticos de aceitunas. La lógica de circulación de los supermercados fue establecida como un tránsito errático, inconexo mas continuo, sin paradas estacionales.

Pero desde que los productos microbológicamente perecederos deben llevar inscrita su fecha de caducidad, es necesario hacer una serie de paradas intermitentes para descifrar esas inscripciones. Intervalos que no merman la vitalidad ciega de los consumidores ni rompen el trance mediático de sus desplazamientos. Quizá porque nunca se encontrará en los estantes un solo producto que haya caducado; no nos percatamos de los movimientos del ejército que hace posible la circulación de la obsolescencia. ¿Adónde van todos esos productos caídos, todos esos envases y empaques absorbidos por una espiral que los desfonda desde un mecanismo de activación interno?Esa espiral conduce y entrevera espacios cada vez más amplios de la planeación económica, del comportamiento de los mercados, de la disposición simbionte de los circuitos de comercialización y los medios de comunicación, de la organización del saber, de las tecnologías blandas de modulación subjetiva.

La obsolescencia programada es ya el motor de los mercados: la caducidad de un aparato o de un formato está prevista e incorporada desde su concepción. Entre los gramófonos y la aparición de las consolas y las grabadoras de casetes hubo un tiempo largo. Entre las grabadoras y los modulares el tiempo se acortó. La aparición de nuevas líneas de aparatos, de procesos y de formatos, va compactando el tiempo hasta convertirlo en factor de obsolescencia: reproductores de discos compactos, micro componentes, radiocasete portátil, MP3, ipod o modelos sin número de teléfonos celulares móviles surgen como por generación espontánea; brotan nuevas líneas, se empalman, en un flujo de recomposición ilimitada.

El sentido de generación tecnológica se ha difuminado lo mismo que el sentido de la sucesión por progresión lineal: hay una sustitución simultánea, lateral, de productos y procesos. Sustitución inconexa; sustitución sin sucesión. Sustitución como la electrónica, de costado, por variación y no narrativa o cronológica. Por ello, el flujo de recomposición ilimitada no puede asimilarse a la lógica del progreso tal como fue proyectada en la modernidad. En vez de la tríada infinito, limitado, discontinuo, propia de la modernidad, nos movemos en un flujo Sin Fisuras: finito-contiguo-continuo-ilimitado. La lógica del progreso se ha vuelto irrelevante, como una cámara súper 8 o un disco de vinil. El factor de obsolescencia programada toma el relevo del progreso.

Ruido blanco, vacío reciclado, despliegue geométrico del poder: en las escalas de distancia, la obsolescencia programada brilla como una roca helada en el curso de su inmersión.

Días de obsolescencia: La duración perdida. Salvador Gallego Cabrera

DECRECIMIENTO