Por: isabel.sanchez el 19/04/11
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Pegarnos a la oreja un teléfono móvil se ha convertido en parte de nuestra rutina diaria. Nos hemos acostumbrado a vivir con su ring-ring y resulta difícil salir a la calle sin él. Pero, ¿qué hay detrás de esas llamadas?
Un sonido sale del bolso de Sonia. Con impaciencia, abre la cremallera y rebusca hasta que tropieza con el aparato. Descuelga. “¿Diga?”. Al otro lado, una teleoperadora le ofrece cambiar su viejo teléfono móvil, desde el que está atendiendo la llamada, por otro nuevo.
El mismo sonido sale del bolsillo de la camisa de Mbokani. Mbokani es congolés. La República Democrática del Congo, antes llamada Zaire, es el tercer país más grande de África y está situado en una zona de fallas que favorecen la aparición de magma. El magma arrastra minerales pesados, como la columbita y la tantalita.
La mezcla de estos dos minerales forma el coltán. El coltán, de color gris metálico oscuro, tiene la propiedad mágica de resistir el calor. Éste es el motivo de que se utilice para fabricar, entre otras cosas, teléfonos móviles como los de Sonia o Mbokani. El 80% de las reservas mundiales de coltán se encuentran en la República Democrática del Congo.
“Los hombres, y a veces niños, que trabajan en las minas son personas que no tienen apenas con qué vivir”, relata Gerald Nazi Nika, ingeniero de minas congoleño, “y los grupos rebeldes se aprovechan de esta situación para explotarlos como mano de obra”. De cuando en cuando, las aldeas de estos mineros se convierten en pistas de aterrizaje. “Unos aviones descargan sacos de harina, azúcar o cervezas, y los entregan a la población a cambio de sacos de coltán”, cuenta. Los aviones cargados de coltán vuelan después a la capital del país, Kinshasa. Reciben el cargamento empresas dominadas por grupos rebeldes ruandeses, que se ocupan de tratar y exportar el coltán. Y como en el Congo “no hay aduanas, o si las hay, son muy corruptas”, explica Nazi Nika, los sacos de coltán atraviesan las fronteras del país y vuelan hacia Rwanda sin que conste en ninguna parte. De forma que se venderá a multinacionales belgas, francesas, italianas, canadienses y americanas como coltán ruandés, y los fabricantes podrán prometer a la sociedad sensibilizada que sus productos no están hechos con un coltán venido de zonas de conflicto. “Pero es mentira”, asegura el ingeniero. “El dinero que pagan por él está sirviendo para financiar la guerra”.
Finalmente, Sonia acepta la oferta de la teleoperadora. Quiere un móvil más moderno. Es lo que Enrique Montero, físico y profesor titular de Tecnología Electrónica en la Universidad de Cádiz, llama **“obsolescencia psicológica”. “Me refiero a la adoración por lo nuevo, por lo último”, explica Montero, “que hace que el consumidor quiera cambiar, por ejemplo, de teléfono móvil, el mejor símbolo del usar y tirar, antes de que se estropee“.
“Puede que se deba a la publicidad y al marketing, o incluso a la propia cultura de consumismo en la que estamos inmersos”, opina Montero, “pero aunque sea de forma inducida, la última responsabilidad es nuestra, no podemos culpar de todo a las empresas. Al fin y al cabo, quienes decidimos deshacernos del móvil antes de tiempo somos nosotros. Por otra parte, las fábricas razonan del siguiente modo: ¿Para qué voy a fabricar un aparato bueno si el usuario lo va a tirar al cabo de año y medio? Es un círculo vicioso”, concluye.
Según un estudio realizado por Movilbank, los españoles tienen una media de 3 móviles; para 3 de cada 10 españoles, los móviles son un objeto de deseo; y cuatro de cada diez serían capaces de no devolver un móvil extraviado.
Empresas como Movilbank o Zoonzo se dedican a comprar móviles viejos como el que Sonia acaba de reemplazar por uno más nuevo. También son este tipo de empresas las que tratan los móviles donados a oenegés, aunque los beneficios obtenidos en este último caso ayudan a financiar proyectos sociales. Esther Sanguino, responsable de la campaña Dona tu móvil, explica que lo primero que hacen es separar los teléfonos que son reutilizables de los que no lo son. Los que no se pueden reutilizar, se reciclan. “En el proceso de reciclaje”, cuenta Georgina, trabajadora de Zonzoo, “se extraen los minerales preciosos que llevan dentro los móviles, para luego revenderlos al fabricante; y los componentes más contaminantes, como las baterías, son enviados a centros de tratamiento especializados en Alemania”. De otro lado, “los móviles que todavía funcionan”, continúa Sanguino, “se venden a países en desarrollo de América Latina o África”, como el Congo. De forma que el móvil de Mbokani puede ser el mismo que Sonia desechó para conseguir uno más nuevo.
Pero aunque todos están de acuerdo en que la reutilización es la mejor salida que se le puede dar a un teléfono móvil, la solución tiene también su talón de Aquiles. “Uno de los absurdos de todo esto”, opina Julio Barea, de Greenpeace, “es que muchas veces se envían aparatos con el software en un idioma distinto al del país receptor.¿Qué hacemos con un móvil japonés en Ganha? Nada. Acabará en la basura”. Otro de los puntos débiles de la reutilización es que a esos móviles de segunda mano no les queda ya mucho tiempo de vida útil, con lo que en poco tiempo acabarán, igualmente, en la basura. Estos países carecen de plantas de tratamiento adecuadas, así que la basura se irá almacenando en vertederos “muy peligrosos, no sólo para el medio ambiente”, comenta Barea, “sino sobre todo para la salud de las personas que viven allí”.
Y así, el teléfono móvil de Mbokani, que puede ser el mismo que Sonia desechó para conseguir uno más nuevo, acabará en un basurero que contaminará el mismo suelo de donde se extrajo el mineral con el que se fabricó.
¿Y QUÉ PUEDO HACER YO?
Antes de desechar tu viejo teléfono móvil por otro nuevo, piensa si realmente lo necesitas. No caigas en las promociones fáciles que te ofrecen móviles de forma gratuita.
Si no puedes resistir la tentación de cambiar de móvil, o tu móvil viejo está ya inservible,asegúrate de que lo llevas a un punto seguro, donde le darán un reciclaje adecuado o una segunda vida. Pero lo más importante de todo es que ¡no lo tires a la basura!
Pide a tus políticos que obliguen a los fabricantes a hacerse responsables de sus residuos hasta darles la mejor salida posible, la menos perjudicial para la salud y para el medio ambiente. Pídeles también que exijan a las empresas la reutilización frente al reciclaje.
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