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La cara más sucia del oro peruano

Publicado: julio 26, 2012 en Perú

Francesc Relea Madre de Dios 22 JUL 2012 – 19:00 CET

Las redes de prostitución, trata y trabajo infantil operan en algunas regiones mineras de Perú

Un trabajador en una mina ilegal en Madre de Dios (Perú). / Esteban Felix (AP)

La página negra de la minería ilegal en la región peruana de Madre de Dios está repleta de accidentes que nadie reporta, asesinatos que no trascienden y abusos de mujeres y niños atrapados en redes de prostitución, trata y trabajo infantil. El presidente Ollanta Humala y su esposa, Nadine Heredia, han denunciado el problema en distintos foros internacionales, como en el último consejo de administración de la OIT en Ginebra, el junio pasado.

“Jacqueline, de 15 años, fue rescatada en mayo pasado de un prostíbulo en el que trabajaba después de pasar dos meses como cocinera en un campamento minero. La dueña del local está bajo investigación por trata de muchachas”. Flor Ayerbe, coordinadora del albergue juvenil de la Asociación Huarayo, asegura que en la zona minera hay muchos bares que en realidad son “prostibares”. “En 2011 atendimos 106 casos de chicas menores rescatadas de estos locales. Hay muchos más, pero es difícil rescatarlas”

Rocío Sotomayor, abogada y comisionada de la Defensoría del Pueblo para asuntos de mujeres, revela “el único caso reportado”: “Una muchacha de Apurímac, de 16 años, fue maltratada en la zona de Mazuko por negarse a tomar una copa con un cliente. No podía caminar”.

Las mujeres, adultas y menores, son contratadas como damas de compañía, cuya labor consiste en hacer consumir alcohol a los clientes. En jerga lugareña se llama fichar. Muchas jóvenes son captadas en Cuzco, Puno, Ayacucho, Apurímac, Juliaca y otras ciudades andinas, a través de anuncios en los mercados que ofrecen un puesto de cocinera, en un bar o para cuidar bebés. “Hasta que llegan a su destino no se enteran de la verdad”, dice Flor Ayerbe.

Es imposible saber con precisión el número de prostíbulos en los campamentos mineros. Los tugurios abren y cierran en función del nomadismo de la clientela. “Si esto sigue así, acabaremos siendo el prostíbulo de Perú”, vaticina el enfermero Willy Valencia, que me acompaña en el viaje.

Secretos es uno de los locales más frecuentados. El dueño da su versión de las condiciones de trabajo de la veintena de chicas a sus órdenes: “Todas tienen contrato y tarjeta sanitaria. Aquí sólo pueden tomar una copas con el cliente. Si quiere algo más puede llevarse a la chica a otro lugar”. ¿Puedo hablar con alguna de ellas? “Ahora descansan, se acuestan tarde”. En la parte trasera del local, dos muchachas de rasgos caribeños lavan ropa en un fregadero improvisado. No parecen muy felices. El enfermero ofrece al propietario diez cajas de preservativos “para la seguridad de las chicas y de los mineros”, que el dueño rechaza. “Si la Policía encuentra condones nos acusa de prostitución y nos cierra el local”.

La realidad es que la inmensa mayoría de prostíbulos no tiene licencia, apenas unos pocos pueden vender alcohol hasta las 11 de la noche. Las chicas están camufladas como camareras. Hay más de 70 procesos judiciales en curso por trata de personas, y sólo cuatro tienen sentencia firme.

Américo, de 12 años, vendía golosinas desde las 5 de la tarde a las 11 de la noche en distintos prostíbulos. Entregaba el dinero a la señora con quien vivía. “Tenía que darle cada noche 20 soles (6,25 euros), si no los conseguía, me regañaba. Un día no dejó de insultarme. No pude más y me escapé”, explica. Un agente de la Fiscalía lo llevó al albergue Huarayo hace un año. Américo dejó de ir a la escuela a los 7 años y empezó a trabajar en la construcción con su padrastro. “Cuando llegó no sabía leer, pero aprendió rápido. Ahora está feliz, quiere ser ingeniero”, dice la coordinadora del albergue juvenil.

En minería no está permitida ninguna clase de trabajo infantil, aunque el Ministerio de Trabajo no ha hecho una sola inspección en este territorio. Una visita a la escuela Francisco Bolognesi es reveladora. Los vetustos pabellones de techo de uralita y ventanas sin cristales albergan a 450 alumnos de primaria y secundaria. La mayoría tiene vínculos familiares con el mundo de la minería ilegal.

Los padres de Ray, de 13 años, tienen “un motor” (una draga) en el que trabajan cuatro personas. El muchacho ayuda en la instalación de luz, y cuando falta uaipe o grasa para el motor, va “a la pista a comprar”.

Lissette, también de 13 años e hija de minero, vive en un campamento en la zona de San Francisco. “Salgo a las 5 de la mañana y llego a la escuela a las 8”. Por la tarde cocina para los trabajadores. Tiene dos hermanos, de 16 y 11 años, que trabajan en el oro, “macheteando el monte”.

María, de 15 años, describe el miedo de sus padres después de que la Policía destruyera su motor para bombear agua y lavar el oro, junto al río Malinowski. Daysi, su compañera de pupitre afirma: “Sin la minería yo no estaría aquí. La gente sabe que está contaminando el medio ambiente, pero la minería les da trabajo”.

En sus ocho años de existencia, la escuela ha crecido gracias al boom minero, relata Rony Silva, profesor de Comunicación. “Los alumnos cambian con frecuencia, porque sus padres van y vienen”. Hay cuatro ordenadores que no funcionan, y aquí se acaban los medios técnicos del centro. Es la única escuela de enseñanza secundaria en toda la zona minera.

La Relatora Especial de Naciones Unidas sobre Formas Contemporáneas de Esclavitud visitó Madre de Dios el año pasado. En su informe calificó los trabajos que realizan los niños en la actividad minera como una forma de esclavitud contemporánea y denunció la falta de persecución de casos relativos a la explotación laboral.

La magnitud de la trata de personas queda reflejada en los 17.000 millones de dólares que mueve cada año esta actividad delictiva, según Naciones Unidas. Según explica Dolores Cortés, la OIM calcula que más de dos millones de personas son víctimas de trata en todo el mundo.

 

 

http://internacional.elpais.com/internacional/2012/07/22/actualidad/1342976223_212800.html

democracia real ya

Publicado: May 26, 2011 en Contrapublicidad, Perú

Retorno a la dictadura, no

Publicado: abril 24, 2011 en Perú, Verdugo

PIEDRA DE TOQUE. Elegir presidenta a Keiko Fujimori sería la más grave equivocación cometida por los peruanos. Equivaldría a legitimar el régimen que envileció la política y sembró de violencia nuestro país

MARIO VARGAS LLOSA 24/04/2011

Cuando los tres candidatos que representan la defensa del sistema democrático y liberal se dedican a destrozarse unos a otros, como ocurrió en las recientes elecciones peruanas -me refiero a Luis Castañeda, Alejandro Toledo y Pedro Pablo Kuczynski-, el resultado es previsible: los tres se autodestruyen y abren el paso de la segunda vuelta electoral a dos candidatos que, desde los extremos, representan una amenaza potencial para la supervivencia de la democracia y el desarrollo económico que, desde hace 10 años, había convertido al Perú en el país que progresaba más rápido en toda América Latina. El poeta César Moro no exageraba demasiado cuando escribió: «En todas partes se cuecen habas, pero en el Perú solo se cuecen habas».

Bien, no es cuestión de suicidarse, porque el suicidio no resuelve los problemas para los que se quedan vivos, de modo que, ahora, por lo menos la mitad de los peruanos debemos elegir entre dos opciones que habíamos descartado: Ollanta Humala y Keiko Fujimori. Algunos amigos míos han decidido viciar su voto, pues rechazan a ambos candidatos por igual. Ésa es una decisión respetable desde el punto de vista individual y moral, pero nada efectiva en términos colectivos y prácticos, pues no votar equivale siempre a votar por el que gana, ya que se renuncia a hacer algo -aunque sea tan mínimo como lo que representa un solo voto- para impedirlo.

Creo que es preferible elegir, haciendo un esfuerzo de racionalidad y aceptando las tesis del compromiso sartreano, según las cuales siempre hay una opción preferible a las otras, aunque semejante elección implique inevitablemente un riesgo y la posibilidad del error.

No tengo duda alguna de que elegir presidenta del Perú a Keiko Fujimori sería la más grave equivocación que podría cometer el pueblo peruano. Equivaldría a legitimar la peor dictadura que hemos padecido a lo largo de nuestra historia republicana. Alberto Fujimori no sólo fue un gobernante asesino y ladrón, tal como estableció el tribunal que, en un proceso modélico, lo condenó a 25 años de cárcel. (Según la Procuraduría, sólo se han repatriado unos 184 millones de dólares de los 6.000 que por lo menos se birlaron durante su régimen de las arcas públicas). Fue, además, un traidor a la legalidad constitucional que le permitió acceder al poder en unos comicios legítimos, dando el golpe de Estado que acabó con la democracia en el Perú el 5 de abril de 1992. Keiko Fujimori ha reivindicado ese hecho bochornoso y su entorno está plagado de colaboradores de la dictadura. Como han comprobado los medios de comunicación, el propio ex dictador ha coordinado la campaña presidencial de su hija desde su cárcel dorada.

El pueblo peruano no puede haber olvidado lo que significaron esos ocho años en que Fujimori y Vladimiro Montesinos perpetraron un saqueo sistemático de los recursos públicos, la corrupción que cundió por todos los mecanismos e instituciones del poder en la más absoluta impunidad, los tráficos de armas, de drogas, la manera como políticos, empresarios, directores de canales de televisión, iban a venderse a la dictadura por bolsas y fajos de billetes, escenas de escándalo que han quedado registradas en los vídeos que el propio Montesinos grababa sin duda para chantajear a sus cómplices.

Tampoco puede olvidar los innumerables crímenes, desapariciones, torturas, ejecuciones extrajudiciales y toda clase de violaciones de derechos humanos de campesinos, estudiantes, sindicalistas, periodistas, que marcaron esos años de horror, y contra los que el pueblo peruano reaccionó, a fines de la década de los noventa, cuando, con movilizaciones como la Marcha de los Cuatro Suyos, consiguió derrotar a la dictadura y devolver la libertad al Perú. No es posible que en tan pocos años en la memoria de los peruanos se haya borrado esta ignominia histórica y una mayoría decida ahora con sus votos que se abran las cárceles y las decenas de ladrones y asesinos de la dictadura salgan de nuevo a gobernar el Perú. Todo lo que queda de digno en el país debe impedir, valiéndose del civilizado recurso de las ánforas, semejante vergüenza para nuestra patria.

Votar por Ollanta Humala implica un riesgo para todos quienes defendemos la cultura de la libertad, lo sé muy bien. Su antigua simpatía por las políticas catastróficas de la dictadura del general Velasco y del dictador venezolano Hugo Chávez justifican los recelos de que su subida al poder pudiera significar una ola de estatizaciones que hundiera nuestras industrias y ahuyentara a las empresas e inversores que, en los últimos 10 años, han contribuido de manera decisiva al notable crecimiento de nuestra economía, a la creación de tantos miles de empleos, a la reducción de la pobreza de más de 50% a un tercio de la población y a la buena imagen que se ha ganado el Perú en el extranjero. Asimismo, es lícito el temor de que aquellas antiguas simpatías puedan inducir a su Gobierno a desaparecer una vez más en nuestra historia la libertad de prensa en el país.

Sin embargo, la verdad es que en esta campaña Ollanta Humala ha moderado de manera visible su mensaje político, asegurando que se ha separado del modelo autoritario chavista e identificado con el brasileño de Lula. Por lo demás, en esta campaña ha tenido asesores brasileños cercanos al Partido de los Trabajadores. Ahora asegura que respetará la propiedad privada, que no propiciará estatizaciones, que no recortará la independencia de la prensa ni la inversión extranjera y que está dispuesto a renunciar a la idea de una Asamblea Constituyente que (como lo hizo Chávez en Venezuela) reemplace a la actual Constitución que prohíbe la reelección presidencial.

¿Son estas las convicciones genuinas de alguien que ha evolucionado ideológicamente desde el extremismo hasta las posiciones democráticas de la izquierda latinoamericana que encarnan un Ricardo Lagos, en Chile, un José Mujica en el Uruguay, un Lula y una Dilma Rousseff en Brasil, o un Mauricio Funes en El Salvador? ¿O es una mera postura táctica para ganar una elección, ya que Ollanta Humala sabe muy bien que sólo vencerá en esta segunda vuelta si un importante sector de la clase media peruana vota por él? Creo que la respuesta a esta pregunta que se hacen hoy día tantos peruanos que votaron por Castañeda, Toledo y Kuczynski, no depende tanto de las secretas intenciones que pueda tener el candidato en el fondo de su conciencia, sino de los propios electores que decidan apoyarlo y de la manera en que lo hagan.

Este apoyo no puede ser una abdicación sino un apoyo exigente y crítico, a fin de que Ollanta Humala nos dé pruebas fehacientes de su identificación con la democracia y con una política económica de mercado sin la cual el Perú entraría en una crisis y un empobrecimiento que condenaría al fracaso todos los programas de redistribución y de combate a la pobreza que figuran en el plan de gobierno de Gana Perú. Para que aquellos programas sean exitosos es indispensable que el Perú siga creciendo como lo ha hecho estos últimos años, ya que si no hay riqueza no hay nada que redistribuir. Eso lo han entendido los socialistas chilenos, brasileños, uruguayos y salvadoreños y por eso, aunque se sigan llamando socialistas, aplican o han aplicado en el Gobierno políticas socialdemócratas (no digo liberales para no espantar a nadie, pero si dejara esa palabra no mentiría). Si Ollanta Humala persevera en esta dirección que parece haber emprendido, la democracia peruana estará a salvo y continuará el progreso económico, acompañado de una política social inteligente que devolverá la confianza en el sistema a quienes, por sentirse marginados y frustrados de ese desarrollo que no los alcanzaba, optaron por los extremos.

Cuando escribo este artículo, buena parte de votantes por el partido de Alejandro Toledo, Perú Posible, parece haber optado por ese apoyo exigente y crítico a Ollanta Humala que yo propongo. Mi esperanza es que los otros partidos democráticos del Perú, como Acción Popular, el Partido Popular Cristiano y el APRA, que, con tantos miles de independientes, combatieron con gallardía a la dictadura fujimorista y ayudaron a derrotarla, se sumen a este empeño, para evitar el retorno de un régimen que envileció la política y sembró de violencia, delito y sufrimiento a nuestro país y para asegurarnos que la llegada de Ollanta Humala al poder fortalezca y no destruya la democracia que recobramos hace apenas 10 años.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Retorno/dictadura/elpepuopi/20110424elpepiopi_12/Tes

La pobreza se ha reducido con Alan García, pero no las diferencias regionales

«El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro». La frase, que se ha atribuido al naturalista italiano del siglo XIX Antonio Raimondi cuando al parecer es un dicho popular de más larga data, representa el sentimiento que ha dominado la campaña de las presidenciales. La frustración popular ante la enorme desigualdad en la distribución de la riqueza ha sido el combustible que ha impulsado al nacionalista Ollanta Humala y la populista Keiko Fujimori en las encuestas. Y es que a pesar de que el país ha crecido en torno al 7% anual durante los últimos cinco años, un récord en América Latina, a unos pocos kilómetros de Lima mucha gente carece de agua potable, come solo lo que cultiva y defeca en agujeros en la tierra.

«Si hasta el Banco Mundial nos ha dicho que debemos hacer reformas para que el crecimiento económico también beneficie a los más pobres… Se da cuenta, el Banco Mundial diciéndonos que debemos tener política social», dice el analista político Sinesio López, exprofesor de Humala y amigo del candidato, quien a pesar de apoyar al exmilitar, no oculta que le preocupa un poco su ramalazo autoritario. Hace apenas dos semanas, el Banco Mundial instó al futuro Gobierno peruano a desarrollar políticas públicas que trasladen la riqueza a los sectores menos favorecidos. Es por la falta de estas medidas que el presidente Alan García deja el poder con la popularidad por los suelos pese al recorte de la pobreza.

Aunque el nivel de pobreza a escala nacional, el porcentaje de personas situadas bajo el umbral de la pobreza, ha bajado del 48,6% al 34,3% entre 2004 y 2009, las diferencias regionales son brutales. Mientras en las zonas urbanas la pobreza está por debajo de la media, en las rurales supera con creces el índice. Esta brecha se nota mucho en la educación, donde el fracaso escolar del niño que va a la escuela en el campo está prácticamente garantizado. El caso de la salud es igualmente escandaloso: mientras en regiones andinas como Apurímac, Puno y Cuzco hay dos médicos por cada 10.000 habitantes, en Lima hay 28. Todo esto explica por qué Perú ocupa el puesto 13 de 17 países latinoamericanos en el índice de la ONU que mide la igualdad de oportunidades.

El reciente conflicto minero en la localidad arequipeña de Islay se coló en la campaña para recordar a los dirigentes peruanos que no todo el mundo percibe la bonanza del sector estrella de la economía. Tras 17 días de protesta y tres muertos, el Gobierno canceló una explotación minera como exigían los agricultores de la zona, que temían que la contaminación medioambiental convirtiera sus tierras en un erial. Aunque los Gobiernos regionales y locales reciben un 50% de los impuestos que pagan las empresas mineras al Estado, la falta de proyectos de inversión o el despilfarro acentúan el rechazo de la población en muchas zonas del país hacia la minería.

La región de Cuzco, por ejemplo, que recibe casi mil millones de dólares al año en concesiones mineras, tiene un índice de subdesarrollo apabullante. Para muchos expertos, antes de aumentar los impuestos a las empresas mineras —tema que se debatió en la campaña—, hay que atajar el problema de la canalización de la renta. En Perú hay una enorme fragmentación de competencias entre las diferentes autoridades —nacionales, regionales, locales— y un sistema de asignación de los recursos sometido al chovinismo de los dirigentes políticos. Y aunque ha habido varios intentos de integración regional para aumentar la eficiencia administrativa y de los recursos, todos quedaron truncos.

Lima, a pesar de su riqueza, sirve como muestra de la dispersión política: aparte de un alcalde mayor, cada uno de los 42 distritos de la capital tiene su propio alcalde, sus propios consejeros, presupuestos e impuestos, su sistema de recogida de basuras, y decide sus normas urbanísticas. Todo eso en una ciudad de ocho millones de habitantes que incluye El Callao, que es otra provincia con sus propias normas.

http://www.elpais.com/articulo/internacional/desigualdad/social/dispara/pese/exito/economia/peruana/elpepuint/20110411elpepiint_2/Tes

 

 

Las dos caras del progreso de Perú

Publicado: abril 6, 2011 en Perú

Algunos sectores sociales no han notado el gran crecimiento económico

FERNANDO GUALDONI | Lima (Enviado especial) 06/04/2011

El viaje de 35 kilómetros desde el centro de Lima por la Panamericana norte hacia el paupérrimo distrito de La Ventanilla en la provincia de El Callao refleja mejor que ningún otro sitio de la capital peruana el progreso y las asignaturas pendientes de un país cuya economía ha superado los niveles de crecimiento de América Latina durante la última década. Además, desde 2005 ha escalado 24 puestos en el ranking de desarrollo humano de Naciones Unidas, que tiene en cuenta los ingresos per cápita, la expectativa de vida y la educación.

La primera parada es en el centro comercial Mega Plaza, a unos pocos kilómetros del centro histórico. El gigantesco recinto, lleno de tiendas, locales de comida rápida y la imprescindible cadena de salas de cine, domina una zona que alberga a unos dos millones de habitantes, casi un cuarto de la población limeña. «Hace 20 años acá no había nada, unos pocos asentamientos», dice el taxista Juan Serrano, con más de tres decenios de profesión a sus espaldas. Al pie de los edificios y casas levantadas en los últimos años, flamantes coches y todoterrenos se apiñan como el símbolo más tangible del boom del consumo.

Es muy temprano y los vecinos caminan raudos hacia sus empleos, pero un rápido minisondeo a pie de calle muestra que este barrio de clase media votará en masa por el expresidente Alejandro Toledo o por el exministro de Economía Pedro Pablo Kuczynski, alias PPK, los dos candidatos que les dan seguridad en la continuidad del modelo económico frente al nacionalista Ollanta Humala o la populista Keiko Fujimori, a pesar de que ambos han declarado que mantendrán la economía de mercado, aunque con un sesgo más social. Pero al pie del Mega Plaza no están para experimentos. Prefieren a PPK frente a Toledo, pero muchos votarán al segundo porque creen que tiene más posibilidades en la segunda vuelta.

Más al norte, dejando atrás el horizonte de Lima, a los lados de la Panamericana, se alza un infinito poblado de chabolas. Es Pachacútec, el área más pobre del deprimido distrito de La Ventanilla, una ciudad dormitorio que nace en los sesenta. En esos años Perú era la octava economía de América Latina, lugar del que descendió al decimocuarto al término del primer periodo de Gobierno de Alan García (1985-1990).

Byron Quispe llegó de la sierra andina a este asentamiento en los primeros años del mandato de Alberto Fujimori (1990- 2000). Parco en palabras y desconfiado de la prensa, explica que la barriada de casas de uralita y cartón rodeadas de montañas de desperdicios es un bastión fujimorista. Tan es así, que ayer fue uno de los pocos lugares donde se conmemoró con nostalgia un nuevo aniversario del 5 de abril de 1992, el día en que el expresidente se perpetuó en el poder con un autogolpe.

La Ventanilla muestra la otra cara del progreso peruano, ese 25% de los votantes que apoya a Humala o ese 18% que respalda a Keiko Fujimori porque creen que toda la riqueza se la han quedado unos pocos y porque ya no están dispuestos a esperar que se cumpla ese ideal de una vida mejor descrito por el gran historiador Jorge Basadre en su ensayo La promesa de la vida peruana (1943), y que renace y se frustra una y otra vez desde la independencia del país en 1821. A pesar de que el porcentaje de peruanos que viven con menos de cuatro dólares diarios ha bajado del 49% al 35% desde 2004, los habitantes de La Ventanilla impiden olvidar que un quinto de los 30 millones de peruanos no tiene acceso al agua potable y un porcentaje similar de niños padece malnutrición.

Los sucesivos Gobiernos de Fujimori, el de transición de Valentín Paniagua, el de Toledo y este segundo Ejecutivo de García que culmina el 28 de julio han ido profundizando el actual modelo de economía de mercado que, apuntalado por los altos precios de los minerales que Perú exporta, ha permitido al país recuperar los niveles de renta previos a la llamada década perdida de América Latina, la de los ochenta, que fue especialmente dura para países como México, Venezuela y Perú. Sin embargo, la redistribución de la renta ha mejorado poco y el Estado, aún muy centralizado, ha sido incapaz de canalizar la riqueza hacia la zona andina y la selva, donde la pobreza y el narcotráfico crecen tanto como el bienestar que baña el Pacífico.

http://www.elpais.com/articulo/internacional/caras/progreso/Peru/elpepuint/20110406elpepiint_14/Tes

 

 

Fiestas Patrias en el Perú

Publicado: julio 28, 2010 en Perú

Las Fiestas Patrias del Perú son las celebraciones nacionales anuales que celebran la Independencia después del dominio de España. Constan oficialmente de dos días:

  • El 28 de julio, en conmemoración a la declaratoria de independencia en Lima por parte de don José de San Martín (el acta se firmó el 15 de julio de 1821).
  • El 29 de julio, en honor a las Fuerzas Armadas y Policía Nacional del Perú.

Fiestas patrias

Las celebraciones de Fiestas Patrias coinciden con la semana de vacaciones por parte de las escuelas y algunas instituciones.

Junto a la Navidad, las Fiestas Patrias significan la mayor y principal celebración del año para los peruanos y es usual que los comercios generen tantas ganancias como en el mes de diciembre. El turismo interno y externo crece especialmente en estas fiestas ya que con los feriados, la gente puede visitar diversas zonas del Perú y ser parte de estas celebraciones.

Cabe destacar que durante el siglo XIX, las fechas conmemorativas más importantes eran el 28 de julio (declaración de la independencia), el 9 de diciembre (batalla de Ayacucho) y la fecha de cambio de mando presidencial.